El pasado 28 de enero, las tres instituciones universitarias de la ciudad de Salamanca (Usal, Upsa y Facultad de teología de San Esteban), celebrábamos juntas la festividad de Santo Tomás. Todo un signo de comunión hermoso, que pone de relieve la complementariedad y las buenas relaciones (como no podría ser de otra manera) de las instituciones académicas de la misma ciudad. A la Eucaristía celebrada en la Capilla de San Jerónimo del edificio histórico de la Universidad de Salamanca, le siguió un hermoso acto académico, en el que además de entregas de premios y reconocimientos varios, se ejecutó el Ceremonial para la Investidura de Nuevos Doctores. Toda una belleza de ritual, que ensalza la sabiduría como una gran conquista de la razón humana.
En el mundo bíblico, la sabiduría es un reflejo de Dios, es como una cualidad de Dios mismo. Decir sabiduría, es decir Dios. El sabio, por tanto, no es el que conoce muchos libros, muchas ciencias, mucho conocimiento de este mundo. El sabio es el que conoce a Dios, el que "saborea" la vida desde Dios, el que "saca jugo" a la vida, vivida junto a la luz que alumbra desde Dios. Por eso, la sabiduría es un bien muy preciado, muy valioso, muy buscado por los corazones inquietos. La primera lectura de la liturgia de ese día del libro de la Sabiduría, escogida para esta fiesta de las propuestas por el leccionario para la celebración de los "doctores de la Iglesia", pone de manifiesto esta afirmación, de una manera bellísima y clara: "la prefería a los cetros y a los tronos, y en su comparación tuve en nada la riqueza? todo el oro a su lado, es un poco de arena, y junto a ella, la plata vale lo que el barro".
En el posterior ceremonial se dijeron cosas absolutamente bellas sobre la sabiduría y la relación que ésta tiene con la vida académica y universitaria. No sólo palabras, por cierto preciosas y en latín, sino gestos y símbolos cargados de significatividad. Por ejemplo, el cuarto gesto del ceremonial (después de haber ido a buscar a los candidatos por parte de los padrinos, de ser conferido el grado de doctor a los mismos y de haber sido investidos con el birrete) se les pone el anillo y se le acompaña con estas palabras: "La sabiduría, con este anillo, se te ofrece voluntariamente como esposa en perpetua alianza: muéstrate digno esposo de tal esposa". El siguiente paso es la entrega del libro abierto, a la que le sigue este texto: "He aquí el libro abierto, para que abras los secretos de la sabiduría"? Después de pasar por cada candidato abierto, se cierra y se pronuncia este mandato: "Helo cerrado, para que dichos secretos, según convenga, los guardes en lo profundo del corazón". Los siguientes pasos de este precioso "carrusel" de símbolos es tomar posesión de la silla de la sabiduría: "Siéntate en la silla de la sabiduría para que desde ella, sobresaliente por tu ciencia, en la Universidad, en el foro, en la nación, enseñes, gobiernes, juzgues y sirvas". Todo concluye con los abrazos, el juramento y la imposición de la medalla. Dichos gestos y los textos que los acompañan, también son preciosos y significativamente cargados de fuertes dosis litúrgicas y expresiones religiosas y cristianas como el beso de la paz, el juramento ante la Cruz y los Santos Evangelios y la petición expresa de la ayuda de Dios.
En fin, llama la atención que se conserven estas reliquias cuando por estos lares de la cultura contemporánea, corren virulentos y violentos vientos que echan fuego por la boca suplicando la abolición de cualquier resquicio religioso de nuestras aulas y espacios públicos. Pero eso sería "harina de otro costal" o temática de otro artículo. En este, aporto mi granito de arena para contribuir a la "loa" de la sabiduría y narrar la belleza de este ceremonial.