A través de los tiempos, de formas diferentes, se ha luchado contra la opresión que los fuertes han impuesto a los débiles; mucho se ha conseguido pero todavía queda un largo camino que recorrer.
Para poder seguir avanzando en ese camino de la igualdad es preciso no confundirse; los peores enemigos para poder seguir progresando son aquellos que proponen igualdades injustas o necias.
Cualquier persona sensata ve la necesidad de progresar en la enseñanza y educación de nuestra sociedad y que, consecuentemente, todos los niños y jóvenes puedan acceder a los estudios con arreglo a su capacidad y mérito, pero resulta profundamente injusto que se evalúe igual a quien se esfuerza y trabaja que al que es un vago y en las aulas lo único que hace es perder el tiempo y hacérselo perder a los demás.
Se ha llegado al absurdo de pasar los cursos sin los conocimientos correspondientes para ello, con lo cual el nivel de conocimientos cada vez se ha rebajado más y más y así nos encontramos donde ahora estamos; a la cola de las naciones europeas.
Desde la juventud se debe premiar el trabajo y el esfuerzo y que nadie se vea privado, por falta de medios, de poder estudiar. Ahora bien, la enseñanza es uno de los capítulos más importantes en nuestros presupuestos y que debemos pagar entre todos los españoles. No es justo que en las universidades, que resultan muy caras, haya miles de alumnos simplemente pasando el tiempo y que en el futuro nada devolverán a nuestra sociedad.
Quedan muchas desigualdades que resultan ofensivas y con las que hay que acabar, pero se deberá usar el sentido común para no caer en la demagogia o la necedad y terminar retrocediendo.