En los países católicos donde el peso de la Iglesia era muy fuerte la lucha por el divorcio, la coeducación, el final del delito de adulterio femenino y la libre planificación familiar llevó a muchas mujeres a las cárceles y a la marginación social.
Esta situación dominó toda la época franquista que acabó con los derechos de las mujeres de la época republicana. Se prohibió el divorcio, la coeducación, el trabajo femenino excepto para algunas profesiones y se sometió a la mujer al yugo masculino, como se decía en aquella tenebrosa época, la mujer debía ser "el ángel del hogar y el reposo del guerrero".
Un texto de la época decía: "A ser madre te destina Dios, por eso te hizo como te hizo. Esa emotividad que la carga de sentimiento hace a la mujer más tierna y delicada. Deseo, dice el autor, a la mujer buena, útil a sí misma y a su familia, pero no la concibo sino bella, dulce y consoladora para los suyos".
Hasta tal punto llegó la indefensión de la mujer que ésta necesitaba la firma de su marido para sacar dinero de su propia cuenta corriente, y el marido administraba libremente todos los bienes de la mujer aunque fueran una herencia de sus padres. Todo ello sin contar la prohibición hasta los años 60 de ejercer muchas profesiones (médicos, jueces, fiscales, catedráticos o profesores de universidad, etc).
En este sentido, el combate de las mujeres para que se tuviera en cuenta su opinión y sus deseos fue muy difícil. Hasta 1977 la mujer no tendrá los mismos derechos legales que el hombre y el libre acceso a todas las profesiones. La aprobación de la ley del Divorcio dividió al propio partido del gobierno UCD ante los fortísimas presiones de la jerarquía católica y sus medios de comunicación. ¿Y qué decir de la aprobación de una limitada ley de despenalización del embarazo en 1985 que llevó a obispos y seglares a las calles para impedir la puesta en marcha de la ley?
Hoy en día, la lucha de las mujeres por el derecho a su propio cuerpo continúa ante los ataques reaccionarios del Gobierno español con un anteproyecto de ley de despenalización que pretende volver al pasado en aras de una ideología machista que busca impedir un derecho básico: el control del propio cuerpo.
El Estado se arroga unas competencias que no le corresponden y que obedecen a la vieja concepción de que la mujer como los niños pequeños necesita que la tutoricen, que la protejan, que la cuiden. Semejante concepción patriarcal vuelve a convertir a la mujer en un ser inferior, en un ser débil e indefenso que necesita leyes y reglamentos estatales que la protejan.
La interrupción del embarazo es en la mayoría de los Estados europeos una cuestión de salud pública no un delito de homicidio. Aquí se anulan los derechos de la mujer en aras de un control gubernativo del cuerpo femenino. Las mujeres y los hombres debemos oponernos a ese despropósito reaccionario del gobierno del Partido Popular.