La Conferencia de Paz para Siria se halla reunida en Ginebra. Esperemos que para bien del pueblo sirio, aunque éste lo tiene difícil. Recuerdo una cena hace unos años en las afueras de Alepo, en un establecimiento casi todo él al aire libre, un Club cristiano, pero al que los musulmanes tenían entrada libre. Me había invitado el hermano Jacques ?nombre ficticio por razones obvias- y nos acompañaban otros miembros del equipo directivo de los scouts católicos de Siria, un escultismo católico plenamente libre de puertas adentro del convento y absolutamente prohibido de puertas afuera. El régimen baasista, laico en principio, apoyaba de facto al Islam, al suyo, no al de los otros, y prohibía toda manifestación pública de la fe cristiana, coincidiendo así, en los hechos, con los sueños de los laicistas de estos pagos.
Tanto en la sociedad y en la política siria como en la nuestra de lo que se trata es del poder: es políticamente correcto lo que está con el poder. Entre nosotros, en el llamado Occidente, de raíces cristianas, el poder no está en la religión ?de la historia podemos hablar en otro momento- sino en los gestores de los fondos de inversión, los banqueros, los consejos de administración de algunas compañías multinacionales y en menor medida en los políticos, que no consiguen recaudar lo que se escurre por las cloacas de los paraísos fiscales. En Siria, sin embargo, la religión es poder, como siempre lo ha sido desde que el Islam tuvo que huir de la incipiente persecución contra El Profeta Mahoma en su tierra, en La Meca, para domesticar el poder en Medina y poner bajo el mismo paraguas protector a cristianos y judíos, ambos considerados de segunda categoría, y a los miembros de la nueva y verdadera religión ?el Islam, por supuesto-.
Islam y Cristianismo, en sus orígenes, fueron religiones perseguidas, ninguneadas por el poder de turno. Pero la experiencia cristiana de alejamiento del poder fue mucho más larga, cruel e intensa, de forma que, a lo largo de los tres primeros siglos, hubo ocasión de configurarla como religión de amor y fraternidad. Luego, andando el tiempo, hemos caído muchas veces en la tentación del poder; pero el origen, los tiempos primeros, es fundamental en las religiones, porque las renovaciones posteriores siempre se hacen inspirándose en los orígenes. En el Islam, en cambio, la gestión del poder político es una característica distintiva desde los tiempos fundacionales de Medina.
Siria tiene una importante comunidad cristiana, de varias confesiones, que son sirios desde seis siglos antes de que hubiera musulmanes sirios. Los cristianos sirios están sufriendo, como los demás, la opresión del Régimen y, además, la persecución activa por parte de muchos de los grupos rebeldes, islamistas radicales, más despiadada aún que la del Gobierno. De la pervivencia del Cristianismo depende en gran medida la paz en Siria. Si exterminan a los cristianos o les obligan a huir, desaparecerá uno de los mejores elementos moderadores que hay en el país y la guerra, como nos tienen acostumbrados en esa región del planeta, pervivirá por los siglos a menos que las potencias intervengan con más guerra. Tiempos duros para mis amigos cristianos de Alepo.