El miedo al fracaso y la mala imagen que tenemos de los emprendedores y empresarios, son dos de los principales motivos por los que España está a la cola en las listas de emprendimiento.
Es cierto que hay otros motivos, como el acceso a la financiación, (en el que también estamos muy por debajo de la media) u otros como la formación en las escuelas (para desarrollar competencias como la autonomía o la toma de decisiones en entornos de riesgo, etc.) En España nos centramos más en la formación teórica.
En aspectos como la financiación que nos ofrecen terceros, o la formación recibida cuando somos niños, no podemos influir, pero sí podemos hacerlo sobre nuestros miedos.
El miedo al fracaso es una percepción propia, un juicio que hacemos acerca de los motivos por los que no hemos alcanzado el resultado esperado, que nada tienen que ver con lo que hemos hecho para llegar a dicho resultado, sino con el valor que nos atribuimos a nosotros mismos en función de dicho resultado.
Si a este miedo le sumamos la mala imagen que tienen los emprendedores y empresarios, tenemos la tormenta perfecta, porque el que quiera emprender se tiene que enfrentar no sólo a sus miedos, sino a la opinión de terceros.
Lo que puede dar miedo no es la opinión de personas que quieren ayudarte con sus comentarios y que hacen críticas constructivas, sino la opinión de aquellos que no te conocen y que les da igual lo que sus comentarios te puedan hacer sentir. Por norma general, estos comentarios no son personales, ya que no te conocen. No tienen nada personal contra ti. Lo que sucede es que eres el reflejo de lo que ellos no se atreven a hacer, tal vez a causa de sus miedos. Son personas que en la crítica encuentran una justificación a su propio comportamiento y es una forma de convencerse a ellos mismos que su inactividad es el camino correcto. De no ser así, ¿crees que habría algún motivo para que se mantuviesen en el anonimato mientras critican de forma destructiva? Es ese mismo miedo del que hablamos el que les impide poner su nombre y apellidos a sus comentarios.
Antiguamente escuchábamos a estas personas hablando en las pescaderías, en las peluquerías, y en los pasillos de las empresas, criticando a la hija de la vecina del cuarto o leyendo revistas donde se habla de vidas ajenas. Hoy en día siguen existiendo, pero con la evolución de internet se han ampliado los medios donde les podemos escuchar y leer. Ahora utilizan twitter, facebook y escriben en blogs para criticar a otros, para criticar a las personas que se atreven a hacer aquello que ellos mismos temen.
En esta tormenta perfecta, quien no se conozca a sí mismo, con sus fortalezas y sus debilidades, corre el riesgo de abandonar su sueños antes de empezar. Para sobrevivir a esta tormenta, no hay que luchar contra las críticas, que siempre las habrá, hay que superarse a sí mismo, crecer como persona y deshacerse de los temores.
Observar los resultados en términos de aprendizaje es muy útil para cambiar aquellas cuestiones que nos pueden llevar al resultado esperado.
Y en cuanto a las críticas de terceros, utilizarlas para crecer cuando sean útiles y tener claro que cuando no sirven para crecer, suelen ser críticas que dicen más de quien las emite que de uno mismo. Tus opciones son dos, ignorarlas o ayudar, si puedes, a esas personas que tienen miedo.
Ramón Cristobalena