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Con las maletas al hombro
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Con las maletas al hombro

Actualizado 26/01/2014

Días pasados leí una información que reflejaba el problema de la despoblación en Salamanca. Al filo de ello se añadía que uno de cada cuatro jóvenes charros desea emigrar en busca de otro lugar hartos de que en su tierra le peguen un portazo a la prosperidad. Sueñan con encontrar otros horizontes, como sucedió en épocas pretéritas con miles de paisanos, para redimirse de la pobreza charra y de las nulas posibilidades que ofrece Salamanca a la gente emprendedora, a quien no le queda otro camino que repoblar el mundo con encinas de la añoranza. Porque, a la hora de la verdad resulta que a todos nos gustaría vivir en un lugar que vaya del brazo de la prosperidad.
Y sobre todo tener las ventajas que gozan los vascos y los catalanes, quienes pagan los mismos impuestos, pero en sus comunidades rinden mucho más los tributos para disfrutar de privilegios impensables para esta Salamanca que tiene el triste privilegio de ir en ese vagón que nadie quiere viajar. Allá cada cual, porque hay gente para todo y uno, que habla por quien mejor conoce, ha preferido seguir aferrado al terruño, del que se siente tan orgulloso que lleva una encina prendida en el corazón. En ningún otro lugar encontrará ese placer de levantarse cada mañana, abrir la ventana para respirar los aires de este tesoro mágico de la dehesa. O perderse entre el laberinto de los pueblos tan hermosos y pintorescos de esta provincia que emanan tanta paz.
La diferencia es que uno (mientras pueda y lo obliguen las circunstancias) prefiere seguir en esta Salamanca defendiendo tantas cosas buenas como tiene y, en la medida de las posibilidades, arrimar el hombro. Y seguir en la lucha sin perder la esperanza para que, por ejemplo, vuelvan a brillar los raíles del Tren del Duero, que el desconocimiento político mató hace ya veinticinco años. O ir a pasear por las orillas del Huebra y darse un placentero baño en ese otro tesoro que es la poza de Buenamadre, un lugar con tantos encantos que al disfrutarlo dan ganas de hacer poesía, aunque ahora el camino esté destrozado y nadie haya dado el paso ad

elante para arreglarlo. O hacer senderismo por la sierra, donde el domingo nos espera coronar el pico de La Hastiala.

Aún así hay cosas que no cambian y por las que hay que continuar batallando. Sobre todo para equilibrar el sentido común entre las promesas políticas y la realidad. No hay más que ver, con habitualidad, la primera página del periódico para comprobar que estamos en un lugar abandonado y condenado a la miseria. Aunque luego, entre Rajoy y Zapatero, dan la impresión de vivir alejados de la realidad y echen un pulso para ver cuál dice más mentiras en la peculiar lonja de la grave crisis que nos asola. Y a la hora de la verdad ignoren que en el mapa existe una provincia llamada Salamanca, que, para ellos, se encuentra al oeste del oeste y cada vez tenga menos habitantes. Y por tanto menos votos, que es de lo que entiende los políticos.
Por cierto, el grave problema de despoblación ha causado que parte de la comarca del Abadengo sea haya convertido, junto con Aliste, en Zamora, en la zona más despoblada de España. Hace unos años, cuando el escritor leonés Julio Llamazares publicó Tras Os Montes, un precioso libro de viajes cuya lectura le recomiendo, le escribí una carta para sugerirle que cuando haga otra viaje así se venga a los pueblos de toda esa comarca donde encontraría suficiente material para publicar otra novela con su conocida maestría. Porque se trata de rincones cargados de un encanto especial, con un paisanaje hospitalario y singular, junto a un paisaje digno de admirar, con una monumentalidad que llama la atención, como el torreón de Sobradillo. O la maravilla de San Felices de los Gallegos donde la historia se ha detenido en sus calles medievales.
O tantos otros en los que la desidia de los políticos invita a los jóvenes a cargar con las maletas de la emigración. Que llenan el alma de llagas y hace que broten las encinas de la añoranza.

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