Lunes, 30 de diciembre de 2024
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La ocultación de lo malo
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La ocultación de lo malo

Da gusto estar al tanto de lo que ocurre en España, cada día que pasa las noticias son mejores, sobre todo porque oficialmente sólo se cuenta la parte que interesa, el paro desciende (aunque las altas en la seguridad social desciendan hasta el pozo de la catástrofe), la prima re riesgo baja hasta límites insospechados (nuestro esfuerzo nos ha costado), la deuda crediticia ya no es tal (algunos se la hemos pagado), los turistas vienen a decenas de millones (mientras los españoles se quedan en casa), la inversión extranjera está a punto de desembarcar con todo su arsenal (la mierda de sueldos y las "excelentes" condiciones laborales lo permiten), Santa Teresa nos protege desde el cielo según el gobierno y las ruedas de prensa que da son una balsa de aceite sin preguntas incómodas porque los periodistas que pueden hacerlo no están en la sala porque no les han dejado, los jóvenes no protestan masivamente, simplemente emigran, que decía Castelao, y todo así.

Este tiempo que nos toca vivir cada vez se parece más al del pasado franquista en el que todo lo malo que ocurría fuera de España y aquí se vivía en el paraíso terrenal que además estaba ubicado en el centro del mundo, en el cruce de todos los caminos y con el mejor clima del mundo (léanse las enciclopedias y escrito de la época).

Sí señor, la propaganda de los logros de este gobierno está orquestada a imagen y semejanza de la que Fraga hizo en la España de los sesenta cuando era ministro de Información y Turismo: Spain is different! con bomba de Palomares incluida: "aquí no pasa nada (malo)", se dijo entonces, "España vaaaaa, biiieeen", dijo el ínclito presidente del bigote en los noventa mientras algunos se llenaban las alforjas sin que nadie lo notara o fuera noticia de corrupción inmobiliaria, cuya burbuja nos explotó en la cara hace algunos años sin que nadie haya pagado por ello.

Se podría pensar que es mejor para felicidad de los gobernados el desconocimiento la auténtica enfermedad del paciente, que para curarse tiene que tener el ánimo bien dispuesto, que el gobierno lo va arreglar todo y que cuando queramos darnos cuenta ya estaremos curados sin que haya habido más problemas que las pequeñas cotidianidades. Se olvidan que no somos tontos, que el Pisuerga sigue pasando por Valladolid y que mientras apañan esta crisis-estafa, nos están quitando lo poco que teníamos ganado en libertad y participación verdaderamente democrática, hay alarmas suficientes de que puede haber un estallido social (Burgos ha sido un ejemplo).

El paciente está cada vez más grave, España es un país donde la educación, la sanidad, la cultura, la honradez y un sin fin de valores están en verdadera crisis, lo dicen una y otra vez los informes internacionales de entidades que se dedican a estudiar los índices de salud social y democrática. Pensar que todo lo que pasa es designio divino, los informes nos dicen que las 20 familias más ricas de España tiene tanto dinero como varios millones de los más pobres, no sólo es injusto, es una llamada a la rebelión ciudadana. Desconozco si el caballo de Pavía está preparado, pero no me fio de nadie, aunque hay una garantía de que siga pastando tranquilo: la derecha en el poder se escora cada vez más hacia el sitio contrario de las libertades. Aun así no hay que fiarse porque la realidad es tozuda y la verdadera soberanía se entregó (de la mano del PSOE) al poder financiero cuando se cambió la Constitución con una rapidez inusitada en los tiempos que corren y con la casi nula respuesta de la gente de a pie en la calle, excepto el movimiento de indignados y el 15-M que fueron un soplo de aire fresco, pero sólo eso.

La desestructuración de la pirámide poblacional en España, engordada excesivamente en la parte de los mayores de 60 años y con una cuenta de jóvenes cada vez más exigua, ya no es pirámide sino una forma de diábolo asimétrico y tumefacto que puede acarrearnos muy graves e imprevisibles consecuencias en los años inmediatos y, desde luego, no saldremos de esta perversidad sólo con avatares amarillos en las redes sociales, hace falta algo más: hay que recuperar la calle y las ansias de libertad, cueste lo que cueste, nuestros jóvenes no pueden, no deben, marcharse del país sin antes haber luchado por una España más justa y verdaderamente solidaria, el diábolo tiene que transformarse otra vez en pirámide, es lo natural, lo demás es un suicidio colectivo propiciado por la ocultación de lo malo y la falta de democracia que vivimos.

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