Nunca como ahora la verdad fue tan maleable y estuvo tan devaluada. La verdad del que jura con solemnidad ante el juez. La verdad del periodista que cree en la cláusula de conciencia. La verdad dialéctica del parlamentario. La verdad de los jueces. La verdad que nos ha de hacer libres, como profetizaba San Juan y como nos recuerdan a diario en la cadena Cope.
Una y otra vez se invoca a la verdad desde la duda y la mentira sin importar su verdadero valor o su constitución, únicamente sus consecuencias. Una y otra vez las medias verdades, o las mentiras, se enarbolan con fines políticos o partidistas. Una y otra vez dudamos si la verdad ya es únicamente patrimonio de niños y borrachos. Se cree y se confía en la verdad como castigo (verdades como puños que golpean) o como prueba testifical, pero nunca como valor añadido.
La verdad está en boca de todos pero no en el ánimo, el corazón o la mente. El desuso o la mala utilización que hacemos de ella ha conseguido destruir su inmutabilidad.
Dice el refranero que "la verdad más firme, surge de una mentira solidamente repetida" ¿Es esta verdad la que nos hará libres? ¿Es ésta la verdad que esclarece? ¿Qué uso hacemos, individual o colectivamente, de la verdad?
Ahora se impone el rumor, la ambigüedad, la falacia, la confusión. Y a medida que avanzan las discusiones señala de nuevo el refranero retrocede la verdad.
Todos, de un modo u otro, hemos faltado en alguna ocasión a la verdad para obtener un pequeño favor o un beneficio, para defendernos de la opinión mayoritaria o para salir indemnes o con éxito de una situación difícil. Mentimos, si es necesario, para encubrir o defender a un amigo, o incluso para regalarle los oídos: "Si dices las verdades, pierdes las amistades", insiste de nuevo el refranero. Pero ahora el uso es indiscriminado. Ahora cualquiera puede arrogarse con aquello de "Yo soy la verdad".
Y hay quien se acostumbra a la mentira y la prefiere, aunque piadosa, a una verdad.
"Yo le quería decir la verdad por amarga que fuera? pero ella prefería escuchar mentiras piadosas", canta Sabina.
Nunca la verdad estuvo tan devaluada. La verdad de los políticos y de los curas. La verdad de los editoriales. La verdad de Sálvame. La verdad de la máquina de la verdad. La verdad de los jueces. Y hasta la verdad de Perogrullo.
A decir verdad ya pocos creen en la verdad. Y aún menos en la justicia.