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Calentamiento mental
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Calentamiento mental

Actualizado 13/01/2014

Calentamiento JJM

La gente teme el pensamiento original más que a nada en el mundo, más que a la ruina, más que a la propia muerte. (Bertrand Russell)

La Tierra es plana y el Sol gira a su alrededor. El ser humano es bueno por naturaleza pero la sociedad lo pervierte. El hombre nunca podrá volar porque pesa más que el aire. Las tribus que no adoran a los dioses sufren terremotos, epidemias y demás catástrofes. Las mujeres son físicamente más débiles que los varones. El Papa es infalible. Quien mantiene relaciones sexuales fuera del matrimonio se condena al fuego eterno. Los nazis arios son étnicamente superiores a cualquier otro pueblo. El comunismo ha redimido al mundo de la pobreza. El cambio climático se debe a la actividad humana?

Necedades como estas han sido mantenidas durante siglos por ortodoxos de la más variada laya, incluidos papas, reyes, filósofos y científicos de alto copete.

Datos ciertos: La superficie de la Antártida crece regularmente desde hace más de treinta años, el pasado otoño el hielo aumentó en el Ártico un 50% en relación con el año anterior, extensas regiones de América del Norte están sufriendo el invierno más frío de los últimos setenta años y las cataratas del Niágara se han congelado? Da igual, un asesor científico de Obama asegura que estos fenómenos se deben al calentamiento global. Pues, para mí, como si lo dice el sursum corda. El dogma contemporáneo delcambio climático es un estandarte huero. El clima es algo que cambia desde que existe el Universo y que seguirá cambiando nos pongamos como nos pongamos. En puridad, la expresión cambio climático es tan irrelevante como pueda ser variación cronológica. Las dos ideas se limitan a exponer obviedades, fenómenos físicos ineludibles que no responden a la voluntad del ser humano y que lo mismo cabe vincular a terribles catástrofes que a momentos de inmensa felicidad. Achacar la evolución del clima del planeta a la industria o el transporte es una estupidez. Está científicamente demostrado que hace cincuenta millones de años hubo palmeras en el Ártico, el Sahara estaba cubierto por las aguas, y la Groenlandia hoy helada era unpaís verde, como su nombre indica. Las causas de las glaciaciones, las grandes sequías, las mareas, las corrientes marinas y el crecimiento o decrecimiento de los casquetes polares están en la actividad del Sol, el magma y las placas tectónicas, los gases de los lechos oceánicos y los volcanes.

La actividad humana puede influir decisivamente en zonas restringidas; en realidad la historia es una sucesión de creaciones y destrucciones de microclimas por parte de los seres humanos en forma de talas, plantaciones, adecuación del terreno para la ganadería o la agricultura, construcción de ciudades, obras públicas, carreteras, murallas, puentes, puertos, embalses y acueductos. Lo que sí está dañando seriamente a la Tierra es la contaminación, la suciedad del aire y el suelo, los océanos y los ríos, pero en mis muchos años de informar acerca de estos temas no he visto a las fuerzas vivas de las oenegés (incluidas las que fletan barcos para protestar) cargarse de bolsas, palas y rastrillos para salir a recoger basuras sin dar tres cuartos al pregonero. La mayor contaminación atmosférica, y la más cara, se debe a la quema de petróleo y carbón, combustibles predominantes en España por prescindir de la energía nuclear.

Entre quienes secundan las simplezas del calentamiento global y la demonización de la energía atómica hay personas de buena fe que no dan más de sí, pero también los hay malintencionados y aprovechados, gente que vive de esto. De hecho, hoy se invisten más doctores por la Soborna que por la Sorbona. Sus errores y falacias han deparado tremendas consecuencias a nuestra civilización, pero no les importa porque, como afirmó Calderón, la verdad únicamente perjudica a quien la dice.

La ortodoxia no sólo consiste en rechazar las ideas que carecen de certificado de garantía científica sino también en negar las ideas que molestan al poder, aunque se trate de evidencias. Henry Louis Mencken, el sabio de Baltimore, dijo hace ahora un siglo que "la única meta del quehacer político es mantener alarmada a la población con una interminable serie de amenazantes cocos, todos ellos imaginarios, de tal manera que se muestre ávida de ser guiada hasta los dominios de la seguridad". Es cierto. Con asombrosa facilidad nos dejamos influenciar por ideas, conceptos y símbolos insignificantes; por seguir, acatar o guiarnos por estímulos carentes de fundamento o manifiestamente absurdos simplemente porque dan miedo o prometen paraísos inverosímiles.

Volveré otro día con el inagotable asunto del lavado de cerebros. Y sé a lo que me arriesgo, según advirtió Montesquieu: "Los que profesan doctrinas insensatas no pueden sufrir que se les juzgue tal como son. Así, el hecho mismo de razonar se convierte en el mayor de los crímenes, porque conviene eliminar a toda costa a aquellos que tienen el valor de afrontar sus iras".

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