"Y la vida siguió, como siguen las cosas que no tienen mucho sentido? ", canta Sabina. Y aquí estamos, otro lunes más, con otra mentira más, otra pelea a muerte con el tiempo, otra oportunidad para burlar el cebo artificial de los anzuelos, el musgo de los nombres, la voluntad del tiempo.
¿Qué es la vida?, dices mientras clavas tu caricia en mi caricia azul. Tal vez un sueño o una tómbola. Un recreo infantil que se agota en el timbre del recreo y nos devuelve al lodo de los sueños. Lo demás es silencio, ya lo dijo Shakespeare. Un oscuro acueducto donde nunca se intuyó la claridad del agua. Un salto mortal hacia el abismo de la tierra abierta. O el más increíble de los números de escapismo.
¿Qué fórmula, entonces, es apropiada para salvar al mundo de tanta abnegación, de tanto calendario, de tanto sentimiento estúpido, de tantas tiranías y mentiras, de tanta guerra absurda?
Quizá sólo nos queden las palabras, esos extraños seres ?casi en extinción? que roen nuestras dudas. Y la sangre, con su disciplina diaria. Y el amor. Cualquier otro remedio es una farsa. Un placebo a medida para el desencanto. Huesos al aire para festín del buitre.
Esta mañana la realidad taladra mis sentidos. Me pueden los horarios, los formularios, la burocracia del amor, el frío y los exámenes de entonces. Y apenas bebo para huir.
Si pudiera, ahora mismo, remontar el pasado y corregir cada palabra, cada mentira, cada traspiés como escribió Nadine Stair en su poema "Instantes". Si pudiera detener el pulso unos minutos y desatar todos los sueños que nunca prendieron en la tierra. Si pudiera, en la noche, recordarte desnuda, morder tus ojos, deshacer para siempre el nudo de la vida.
Pero hay un huésped que me habita y se antepone a todo. Que censura mis labios y mi ojos, con diligencia extrema. Un esqueleto imbécil que me juzga. Que me ajusta el bozal para ladrar más íntimo.
Si pudiera exorcizar las penas. Circuncidar el corazón. Morirme un lunes. Si pudiera.