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Quizá sea cosa de simple estadística
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Quizá sea cosa de simple estadística

Actualizado 04/01/2014

De lo que quiero hablar hoy es de la frustración tan grande que siento por no poder felicitar las navidades y el año nuevo a todas y a cada una de las personas que he conocido en mi vida y que me han dejado huella en el corazón. Ni felicitar por medios escritos o telefónicos y lo que es peor, poder estar un rato y compartir junto a un abrazo, los devenires de la vida.

Pero es que (me) ocurre lo siguiente: Supongamos, querido lector, que tenemos cerca de los 50 años, como es mi caso, que tan sólo me quedan tres y dos meses para llegar a esa efeméride vital. Quien tiene más, lo que quiero decir en esta reflexión, que lo multiplique por la cantidad conveniente. Y quien tenga menos, que reste un poco, pero que sepa más o menos a dónde se encamina. Bueno, hecho este preámbulo, planteo la cuestión.

Con mis años ya he vivido de manera estable (aunque siempre de paso) al menos en seis localidades: Guijuelo, Salamanca, Villamayor de Armuña, Vitigudino, La Alberca y Sotoserrano. En Guijuelo (pueblo en el que nací), he vivido en dos barrios, con sus respectivos vecinos. En Salamanca me ha tocado la suerte de vivir en ocho barrios distintos: la zona centro, en donde está Calatrava; Calle Felipe Juan (zona del Barrio Vidal), Puente Ladrillo, la plaza de San Juan Bautista, la Plaza del Alto del Rollo, la Calle Espoz y Mina, la calle Riaño (Barrio Capuchinos) y Luis Sala Balust (zona del cementerio, que pertenece a Pizarrales). Claro, aunque con distinto nivel de implicación en unos que en otros, he conocido a mucha gente: vecinos, amigos, feligreses? En mi vida he pasado por siete centros de enseñanza: Cuatro como alumno, estudiante: el colegio de mi pueblo, el colegio Rodríguez Fabrés, el Instituto Torres Villarroel y la Universidad Pontificia de Salamanca. Y en tres como profesor: Campo Charro, Maestro Ávila y Sagrada Familia. Además saqué el carnet en una autoescuela, en la que hice muchos amigos. Pertenezco a un presbiterio, en el que nos queremos (deberíamos) como hermanos con un grupo superior a doscientos miembros. He trabajado pastoralmente en una parroquia urbana (San Juan Bautista), en diez rurales (Escuernavacas, Moronta, La Alberca, Sotoserrano, Herguijuela de la Sierra-Rebollosa, Madroñal, Monforte, Nava de Francia y El Cabaco), en tres delegaciones diocesanas (vocacional, juvenil y universitaria, ésta última en dos etapas, en la que se incluye la actual), en el Seminario Diocesano, con multitud de compañeros, alumnos, parientes de unos y de otros. Participé activamente en el nacimiento y consolidación de un Movimiento apostólico llamado Parresía, que me hizo viajar mucho por diversos lugares, incluso en el extranjero. Soy capellán de una Cofradía y de una Universidad con muchos alumnos, profesores, personal de administración y servicios. Hice la mili en un cuartel de León, en donde fui compañero (con vínculos muy cercanos) con más de doscientos chicos. Los vínculos que se generan en la vida pastoral son muy muy profundos con muchísima gente y más superficiales (pero muchas veces muy gratos y cariñosos) con más gente todavía?

Bueno, faltan algunos lugares e instituciones (sobre todo sanitarias, que he tenido que frecuentar muchas y reiteradas veces) que no se nombran, por no alargar más el elenco. Pero claro, al menos a la familia hay que meterla en este saco: tíos, primos, etc? Bueno, en mi caso, esta lista no es excesivamente grande. Como ejemplo y para lo que quiero decir, basta. Partiendo del dato de que esto no es más que un ejemplo de un hombre de menos de 50 años, en cuya vida ?es verdad- he sido muy privilegiado por poder conocer, convivir e ir generando vínculos y cariños por todas las partes, se me plantea el siguiente dilema:

1.- Si a cada persona, de cada barrio, pueblo, institución?

en la que he trabajado y vivido y con la que tengo un vínculo de cariño, de confidencia, de amistad más o menos sostenible y razonable (estimo ?por redondear- que son 3.000 personas, teniendo en cuenta que en mi agenda de teléfono tengo 3.500 contactos y que en los pueblos en los que he vivido y trabajado en los últimos años viven unas 3.000 personas y algún que otro cálculo siempre aproximado),

2.- le dedico al menos cuatro minutos ?de media- en estos días para llamarle por teléfono, escribirle una carta, mandarle un e-mail o un sms o whatsapp,

(no cuento en este cálculo improvisado con la -por lo menos- media hora para tomar un café, darnos un abrazo, hacernos una visita?)

3.- haciendo un cálculo por encima (sin rigor, pero efectivamente aproximado), me harían falta más de 12.000 minutos, que son más de 200 horas, que a su vez son más de ocho días (con sus mañanas, tardes y noches?)?

4.- Es decir, más de una semana totalmente entregada a esta noble, preciosa y tradicional causa, de felicitar la navidad y el año.

5.- Obsérvese que no cuento en este jaleoso cómputo, el tiempo dedicado a leer las cartas, mensajes, e-mails? recibidos, que también ?como nos pasa a todos- son muchos y más desde que la tecnología telefónica e informática nos incluye en listas de grupos y con un simple "clik" el mismo mensaje llega a muchísimas personas.

Vale, pues eso es lo que quería decir: FELIZ NAVIDAD Y FELIZ AÑO A TODOS. Ya me gustaría hacerlo de manera más personal y entrañable. Disculpen el jaleo de datos y cifras. ¡Es que esto de la estadística debe funcionar así!

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