Quienes de forma periódica nos presentamos ante el público con nuestras opiniones y nuestros comentarios tenemos a personas que están de acuerdo y otras que no.
Seguro que nadie de nosotros, en los muchos temas que hoy en día se debaten, tiene consigo toda la verdad y tampoco que esté plenamente confundido.
Reconociendo siempre nuestras limitaciones, si queremos aportar algo positivo a nuestra sociedad, será preciso tener menos confrontación y más argumentación.
Entre los temas que hoy están en pleno debate, sin duda, el aborto es uno de ellos. Todo el mundo puede opinar y, a veces, de forma bastante simplista. Se oye, por una parte, que el decidir sobre el aborto es un derecho de la mujer y eso es lo progresista. Por el contrario, hay quien opina que lo progresista es defender al más débil; aquel que todavía no puede decir que quiere vivir y que nadie tiene derecho a privarle de toda su vida.
Quizá sobre el progresismo tendríamos que recordar la sabiduría del refrán de nuestros abuelos: "Dime de lo que presumes y te diré de lo que careces".
En nuestra sociedad se plantean, cada vez con más frecuencia, conceptos absurdos que calan, en buena parte de la población, sin que las personas de forma individualizada se detengan a reflexionar sobre los mismos, su realidad y posibles consecuencias.
El dramaturgo francés Eugène Ionescu, ya a mediados del pasado siglo, en su teatro del absurdo, en su obra "El Rinoceronte", planteaba la metamorfosis que se produce en un pequeño pueblo francés en el que sus habitantes se convierten en rinocerontes.
Parece absurdo que se terminara viendo como normal esa metamorfosis de convertirse las personas en rinocerontes.
Planteamientos que, hoy, se están aceptando como normales puede que terminen resultando tan absurdos como lo planteado por Ionescu en el "Rinoceronte".
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