El apellido Bosé es una marca y por tal marca puede vender turrón en primavera, huesitos de santo al comienzo del verano o aceite italiano en los supermercados de Jaén. Pero no soy el representante de dicho apellido ni tampoco es necesario que pongamos más ejemplos de ese poderío, que sufrió un estirón cuando la poseedora del mismo se casó con un torero estrella. Hasta aquí una historia que conocemos todos. Lo raro raro, como diría el inefable doctor Iglesias Puga, padre de Julio, es ver en televisión a uno de los cachorros de la estirpe, o sea, la Milá de la familia, ¡qué parecido!, con don de palabra, apacible sonrisa, idiomas, educación exquisita y orgullosa de padre, madre, hermana y hermano, contar su trágica historia de haber sido desahuciada. Solo se nos ocurre pensar qué contendrán esos cheques de las televisiones que lo pueden todo. Pero no nos desviemos de lo importante. Estamos en Navidad y las televisiones se preocupan de llevar a su parrilla historias tiernas, que conmuevan. Yo sentí mucha pena, la verdad. Esta mujer desde que fue desahuciada ha tenido varios domicilios, uno en un chalet de Mirasierra que se lo facilitó un amigo; un tiempo vivió en Huesca, imagino que por la bonhomía de otro, y allí fue a reflexionar con la mirada perdida en los bellos paisajes de Formigal y Candanchú, dando tales cavilaciones como resultado marchar "a vivirse" al museo de su mamá, un museo donde dedica su tiempo a contemplar a los ángeles y a pintar, con el añadido de que habiendo conocido a Picasso en su infancia, algo de ayuda recibirá desde ese cielo de los pintores donde don Pablo se halla. Nadie se puede alegrar de ninguna situación negativa que le ocurra a un semejante, pero hay que decir que la situación de la señora doña Lucía Bosé Jr. no se asemeja en nada a los cientos de miles de desahuciados que malviven en la actualidad, y por ello estas entrevistas en TV no se entienden. Y no se entienden, sobre todo, porque vienen a decir que apretando los muños con coraje se sale, que luchando y no hundiéndose, con paciencia, se vuelve al camino de la recuperación. ¡Váyase usted a paseo, señora! ¡Acompáñela usted, señor Vasile! No nos vengan con cuentos. Canten a dúo aquella canción del Arrebato : "tú lo que quieres es un hombre que te quiera, que te tenga llenita la nevera!". Vd. es ese hombre, señor Vasile. Le felicito. Pero bien sabe que no puede traer una piara de pobres que no le vendan un solo langostino durante la publicidad. Ahora, discúlpenme, pues existe un aparato que se llama ordenador y que contiene infinitas historias a la carta. Ustedes perdonen. Yo les agradezco los minutos tan conmovedores que me hicieron pasar y sobre todo la emoción que sentí ante la generosidad de la señora Bosé prometiendo traer uno de sus cuadros para que se sorteara y destinaran el dinero a los pobres. Pero les diré la verdad, a mí no me hubiera gustado escribir este artículo, porque estoy seguro que la señora Lucía Dominguín es buena gente, pero es distinta. A mí no me regañaban de pequeño por salir disparado con la moto o entrar hasta casa montado en un caballo con impecable traje de jinete.
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