Esta semana he asistido al funeral de un tipo que tenía mi edad. La homilía duró más de media hora. En todo este tiempo sólo saqué una idea clara: quiero vivir más, quiero repetir muchas veces con las mismas personas en los mismos lugares los mismos actos. Quiero seguir participando en todos esos ritos que, con el tiempo, se han ido convirtiendo en tradición. Y más en estas fechas donde uno no sabe si mirar a la última página del calendario amarilleado o a la primera del que aún brilla con su satín recién estrenado.
Quiero juntarme con mi familia para sortear una y mil veces el amigo invisible de los Reyes porque a mi padre le ha tocado su nombre otra vez. Quiero volver a hacer un viaje exprés a Salamanca para comer con esos amigos que conozco desde hace más de veinte años y a los que apenas puedo abrazar en la comida que repetimos cada sábado de diciembre. Otra vez, por favor. Sí, aunque suene rutinario y machacón. Quiero repartir y recibir esas papeletas manuscritas en las que comparto con mis hermanos, cada año, unas monedas de un décimo de lotería que, quién sabe si esta vez por fin nos tocará. Quiero, otra vez, sentir el angustioso atasco del centro comercial, la aglomeración insoportable de las céntricas calles de la ciudad, poco antes de que vengan en camello desde Oriente sus republicanas majestades. No me va a importar. Lo digo muy en serio. Otra vez, por favor. Quiero sentirme vivo aunque pueda parecer una obviedad. Aunque alguno prefiera dejar de respirar. Yo no me di cuenta hasta que asistí el otro día a un funeral.
Otra vez, por favor. Escuchar los chistes de los cuñados una y mil veces repetidos en la cena familiar. Estoy deseando. Y no es crueldad. Es que me he dado cuenta de que lo necesito. De que quizá sea por la edad, por la paternidad, por el miedo a dejar algo sin terminar.
Por favor, otra vez. Las uvas que nunca he podido acabar. Las campanadas y los brindis de sidra con besos y abrazos para empezar un nuevo año en el que volver a compartir. Lo mismo, con los mismos, en el mismo lugar. No me importa, de verdad. Aunque tenga que cambiar. Lo único que pido es no tener que asistir a mi propio funeral.
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