Ojalá que este enunciado constitucional fuese del todo cierto. Y es que tal y como se proclama entre jóvenes políticos vehementes sobre todo, parece que pudiese ser cierto: Derecho de cada ciudadano a la salud. No era mal principio constitucional así enunciado. Pero el enunciado correcto del principio rebaja un tanto esa pretensión.
Hace un par de jornadas con motivo del Día de los Derechos Humanos, y por la radio (otra vez la radio) escucho a un joven y vehemente político, dirigente activista que, despachándose a su gusto, repetía una y otra vez eso del derecho del ciudadano a la salud. Y eso, cuando menos, es una soberana mentira (o una verdad a medias, que es lo mismo). Ni el rey, ni el emir más poderoso, ni el director del mejor hospital, ni el ministro del ramo, ni el último paria del escalafón, tienen garantizado el derecho a la salud. Eso ninguno de los mortales para desgracia nuestra (y ahí sí que nos igualamos constitucionalmente todos). Otro caso es que tengamos derecho a ser atendidos por igual y en plazo razonable en nuestros hospitales cuando la salud se resquebraje. Ese sí que es el verdadero enunciado de dicho principio constitucional.
Acabo de salir de un hospital público, de ser reparado por la cirugía, y doy fe de la eficacia del sistema en carne propia. De lo igualitario y eficaz de nuestro sistema sanitario público, en el que lo mejor (como suele ser siempre ahí, aparte adelantos técnicos) es la profesionalidad, la entrega abnegada y el sacrificio de los hombres y mujeres que lo integran. Y salvo las correspondientes esperas y complicaciones burocráticas (que las hay), todo lo demás en perfecto funcionamiento. Y con esos medios, la salud medio perdida, se puede recuperar y proteger durante otro tiempo.
Mientras tanto una convalecencia post quirúrgica puede servir para eso, para meditar y para escuchar por la radio a un joven y entusiasta activista de los derechos humanos, con rango de dirigente, decir que la salud es un derecho de cada ciudadano y quedarse tan pancho al decirlo. Mire usted, señor concienciado, se ve que es usted joven y saludable aún, y que el bienestar corporal no suele abandonarle por ahora, pero su salud puede volverse tan endeble como la mía ahora, como la de los demás compatriotas, y en ese caso sólo queda apelar al enunciado correcto del artículo 43 y recurrir al amparo del eficiente sistema sanitario para su protección. Y llegado el caso puede hasta recuperarla de nuevo en su totalidad dada la garantía y eficacia de nuestro sistema.