Hace unos días asistí invitado al "9º encuentro de PERSONAS DE APOYO para la transformación social" organizado por ASDEMM, ASPRODES, SALARCA y ARCOPEDIS. En un Auditorio rebosante de personas y vacío de políticos (a esa hora llegaba la Ministra de Empleo a mi querida y abúlica ciudad, para junto con nuestro Alcalde y Presidente de la Diputación de Salamanca, "ilusionar" a un grupo de personas mayores, sobre algo que sobradamente conocen por su currículum: "El Sistema Público de Pensiones en España").
Dejo de pensar en el octavo mandamiento: "no mentirás" y en los políticos, que luego me lo recriminan desde distintos ámbitos, aunque la bandera de mi barco nunca obedece a ningún viento. Vuelvo al Auditorio, para con mis dedos, que son la prolongación de mi corazón a veces cansado, escribir sobre la verdad de las personas con discapacidad. Allí escuché a Maribel Campo (siempre con su sonrisa como esencia de vida) hablar de forma prodigiosa y sencilla sobre los apoyos necesarios en primera persona. Me emocionó, lo reconozco, aún me queda capacidad para emocionarme. En dos horas tuve la oportunidad de conocer y acercarme a personas comprometidas con el mundo de la discapacidad. Conocí algunas cifras interesantes e indicativas pero, sobre todo, que a las personas que ayudan a personas con discapacidad se las llama: apoyos. La importancia de los mismos y la necesidad insustituible de ellos. Gracias a quienes hicieron posible que yo estuviera allí, hay foros en los que uno se siente especialmente afortunado.
No quiero dejar pasar esta oportunidad para alzar mi voz escrita, como decía Gabriel Celaya en su poema: La poesía es un arma cargada de futuro: "no es hora de desentenderse, de ser neutrales, de lavarse las manos y evadirse, es hora de tomar partido hasta mancharse", para denunciar prácticamente el adiós a una Ley de Dependencia, que pudo haber sido y no fue, con un recorte anunciado el 2 de mayo de 2013 de 1.108 millones de euros, recorte mayor que su presupuesto para este año, cifrado en 1.087 millones. Con esta medida el Estado se desentiende de las personas dependientes, además de conculcar unos derechos adquiridos que degradan la calidad de vida de muchas personas con discapacidad y suponen una verdadera injusticia social, que afecta precisamente a los más desfavorecidos. Escribo esta columna para seguir luchando por la inclusión social de los discapacitados y que puedan ser partícipes, como sujetos activos titulares de derechos, de una vida en iguales condiciones que el resto de los ciudadanos. Lo hago desde el conocimiento y la fuerza moral que me da el haber tenido un hermano afectado de parálisis cerebral. Carlos, mi hermano, nos dejó hace diez años, aunque vive en el recuerdo de todos los que lo disfrutamos. Hoy quiero dedicar este espacio a todas las personas que sufren algún tipo de discapacidad y a sus apoyos y, como no, a Carlos, él me enseño a jugar al ajedrez, pero sobre todo me enseñó con su ejemplo a jugar la partida más importante que te puede enseñar un ser humano: la de la vida.
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