La poesía lusitana tiene fundado prestigio en el mundo occidental. No es momento de repetir nombres de los muchos maestros que brotaron en su suelo tras el aliento seminal de Camoens. Sí quisiera anotar un nombre de mujer que perfila una obra cuyas pulsaciones sobrevivirán la poda del tiempo: se llama Maria do Sameiro Barroso (Braga, 1951), quien así dice de Prometeo: "Azul era su nombre. / En sus manos saladas creció la tierra, el mar, / el hígado rojo donde nacen los acantilados / del sueño. / Entero era su sentir?".
Esta magnífica poeta tiene publicados, entre otros, los siguientes poemarios: O Rubro das Papoilas (1998); Rósea Litania (1997); Mnemósine. (1997); Jardins Imperfeitos (1999); Meandros Translúcidos (2006); Amantes da Neblina. (2007); As Vindimas da Noite (2008); Poemas da noite incompleta (2010); Areia do teu nombre (2013) o Luas de Gengibre (2013).
Acaba de publicar Adivinar el Azul (Castalia, Lisboa, 2013, pp. 46), libro que contiene dieciocho poemas en castellano, la mayoría escritos por ella directamente a nuestro idioma; unos pocos en traducción conjunta de ella y Santiago Aguaded; y los menos traducciones mías, realizadas para la antología el XVI Encuentro de Poetas Iberoamericanos, dedicada a Fray Luis de León.
II.
Adivinar el Azul está vertebrado en cuatro partes. La primera se titula "Las palomas de Salamanca" e incluye siete poemas escritos bajo el enhechizamiento de Salamanca, tras su visita de principios de octubre. Sobre ellos pergeñé una nota, que reproduzco ahora, junto con un poema escrito en castellano por ella: "María do Sameiro empuñó la gratitud y, contando los instantes, tensó bien su canto a una ciudad y a unas personas que le sacan brillo. Salamanca en torno suyo y en sus entrañas: muchos silencios, varias voces recomenzando un Amor a primera vista. Ella, colmada de primicias, filtró su ser conmovido y resarció la hospitalidad de la capital del Tormes, de sus gentes? Siete simbólicos poemas y una sola realidad poderosa: la imantante Salamanca".
SALAMANCA
En sus torres escarpadas y sus plazas de luz,
Salamanca es un palacio abierto, iluminado
y atento, palimpsesto raro,
rosa de la historia,
lengua universal que no cesa de crecer.
A su Plaza Mayor acuden los sabios,
viajeros del espíritu, obreros de las perlas,
filósofos y mágicos,
habitantes del mundo.
En su cielo, los pájaros ensayan
su más alto vuelo,
en sus bosques, las ranas cantan.
En este rincón de oro, el mundo se copia
en su rotación incesante.
En sus muros de conchas se refleja
la orquídea balsámica, el tiempo,
la marea oscura, la luna clara,
y el místico cielo acoge la invisible flor
de sus rotas de lámparas de sangre.
III.
Las otras secciones son "Las hojas en el azul de las manos", "Eleusis" y "Prometeo". Quisiera resaltar un hecho evidente: el profundo amor, la entrega que Maria do Sameiro y tantos portugueses tienen hacia España en general, y hacia la vieja Castilla en particular. Y dentro de esta, Salamanca ocupa ya un lugar imborrable en la memoria de esta poeta notable. Y tanto, que ha elegido una cita de nuestro viejo rector Miguel de Unamuno para presidir su nuevo libro: "El alma es el cementerio / y en ella yacen los que fuimos, solos. / Los días se devoran".
De la parte segunda quisiera destacar el preciso y precioso texto dedicado al agustino encarcelado por la Inquisición.
FRAY LUIS DE LEÓN
La vida es un Dios olvidado, un retiro oscuro,
una soberbia mansión donde bebo,
a la luz de los pétalos del amor,
la poción amarga de los cálices del odio.
La noche me acuna en las nieblas del quinientos.
Las estrellas se descubren cada vez más
en un preciso telescopio de miseria y gloria.
El mundo es cada vez más claro,
el cuerpo desgarrado escruta el humano mirar,
ya desvelado en nueva armonía.
Este es mi tiempo de mares insomnes.
No es de él que huyo cuando escribo sonetos
perfectos en el foso de los torturados.
Con la sombra me acuesto en este abrigo térreo,
transcribo la hiedra, el laurel, el riachuelo apacible,
el oro, el sauce,
cubro con el yelmo invisible la tintura negra.
Con vestimentas claras e inmaculadas
de mi huerto me levanto,
lavo mi sangre con un jarabe de perlas,
transito entre la fuente, la materia y lo invisible.
Tal vez el cuco cante.
Las violetas se iluminen.
La vida es un Dios olvidado.
Levanto la copa cristalina rociando el silencio
en el rostro de los muertos.
IV.
(Lunas de Jengibre)
Esto escribí no hace mucho como pórtico de su penúltimo libro:
Maria do Sameiro Barroso entrega treinta perlas capturadas en las aguas de sus sueños más reales o de experiencias que resucitan, a fuego lento, desde la gran temperatura de su corazón. Lo suyo es Palabra que funda su dominio amputando burdas retóricas, inocencias fingidas a que nos tienen acostumbrados, fogonazos estériles puestos en verso?
En su reino, en sus Lunas de jengibre, resbalan melodías que mojan las entrañas, imágenes que traspasan lo oscuro porque cuentan con la centelleante luz lunar de su Memoria o de su visión: "A lo lejos, la luna acecha entre acantilados / de granito. / Es allá donde pernocto, en la geografía/ incendiada de los sueños", dice ella, como reconociendo tal travesía siempre enraizada a su mirada, a sus emociones, al viento seminal que procrea tiernas criaturas y vivificantes escenarios donde el ser humano ?ella como intermediaria- muchas veces sueña estar.
Oigámosla de nuevo: "Bebo el elixir de las palabras/ cuando resbala el silencio / y los crisantemos acarician la estrella / que se desnuda en el plateado centro / de la noche de las esfinges". He aquí otra de embrión de su poética: la noche y su estela. Ella ha vendimiado a la propia oscuridad para luego ir anotando aquello que revela la doble fauce de la noche incompleta.
Destaqué su connubio perenne con la Palabra. Maria do Sameiro Barroso es dueña de un lenguaje decantado que busca la firmeza que hace falta a las personas. Y, por paradójico que pueda parecer, es en lo líquido y en los sueños donde encuentra el mejor anclaje para proteger su perfil de todas las igniciones banales: hay que arder bajo los deslumbramientos nocturnos; hay que limpiar los monóculos que impiden ver tras la niebla o bajo el agua: "Retumban las palabras por el agua, los astrolabios, / los relojes de sol, / las clepsidras goteando en la senda de las palabras / y de los tréboles".
Magnífica marea de treinta poemas que dejarán huella en la lírica lusitana de este siglo. Yo saludo la obra de tan destacada poeta, palabras o savias preñadas de esos sueños que se corresponden con media vida del hombre. Lo suyo deja impronta, tal como "En las sílabas inundadas, el mar, hace mucho / ya dejó su marcas".
V.
Maria do Sameiro Barroso posee las contraseñas para atisbar por las rendijas del Misterio. Por ello sus cánticos no flaquean ahora ni lo harán cuando los alcance lo por venir.