Con esta sensación pasajera de no-crisis que están experimentando los comerciantes, hosteleros y demás familia empresarial de esta ciudad de servicios por excelencia que es Salamanca, llegamos a fin de año.
Dicen que las compras han subido, que la gente consume más estas Navidades que las anteriores, que parece que todo está pasando? No nos engañemos. Todo sigue el mismo cauce, lento e inseguro, hacia la regulación económica.
El por qué de este milagro navideño es un sencillo suceso: La extra funcionarial.
Si tenemos en cuenta que hay, arriba o abajo, unos treinta mil funcionarios en Salamanca que, este año, sí han cobrado la paga de navidad y que perciben una media de mil quinientos euros; todo ello nos da un resultado de cuarenta y cinco millones de euros, o lo que es lo mismo, casi ocho mil millones de las antiguas pesetas que, en gran medida, se destinan a gastos de Pascua.
Esta brutal cantidad de dinero revertida en una ciudad como Salamanca, da a los empresarios una sensación de falsa calidez económica. Pero tienen que darse cuenta que lo peor está por llegar. Los Señores del poder, siguen sin darse cuenta que las ayudas al autónomo son vitales para poder salir de esta situación ponzoñosa en la que estamos todos involucrados.
Un microempresario, que se atreve a montar un negocio hoy por hoy, es como un trapecista manco que trabaja sin red. No sólo no tiene garantías de éxito, si no que las ayudas recibidas (y no sólo me refiero económicas), son prácticamente inexistentes y, si se queda sin trabajo, se va sin ninguna remuneración y con un zurrón cargadito de deudas.
En estas Navidades, yo le pido a los Reyes Magos que le abran los ojos a los Señores del poder para que ideen (que para eso cobran) un sistema, en el que los emprendedores tengan más facilidades a la hora de poner en práctica su empresa porque, no nos engañemos, el pequeño empresario es la mula de carga que soporta, en silencio, todo el peso que le ponemos sin recibir más que golpes sindicales e impuestos gubernamentales y, el día menos pensado, da una coz y entonces sí que se armará un Belén.
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