Cuando en el ámbito sociosanitario hablamos de Seguridad del Paciente nos estamos refiriendo a tratar de cumplir con el viejo aforismo hipocrático <<Primun Non Nocere>>. Es decir, ante todo, hagamos lo que hagamos por los pacientes del Sistema Sanitario y Social, no les provoquemos daño o efecto adverso. Se trata, por tanto, de cumplir con el componente ético de mínimos deno maleficiencia.
La Seguridad del Paciente es un tema actual e introducido en la cartera de servicios profesionales a partir de los años 80 en que se comienzan a realizar estudios internacionales sobre buenas prácticas para tratar de controlar los errores y efectos adversos posibles por la Atención Sociosanitaria. Todos estos estudios refieren que su nivel de incidencia es bajo y, la mayor parte, por su frecuencia, se deben a las reacciones adversas provocadas por los medicamentos. Es decir, respuestas nocivas y no intencionadas provocadas por el uso y consumo de éstos a dosis normales. Este mayor riesgo de efectos adversos son consecuencia lógica de la alta frecuencias y utilización como tratamiento más habitual y único en la mayor parte de las enfermedades y/o problemas de Salud.
La Medicina del pasado siglo ha avanzado mucho y gran parte de estos avances significativos y clínicos en el tratamiento de los pacientes se han debido a los medicamentos; pero éstos no están exentos de inconvenientes y de riesgos. Por lo que su uso debe ser racional y bajo prescripción médica y control farmacéutico. Y aunque cada vez son más seguros debido a las mejoras metodológicas de los ensayos clínicos, no es menos cierto que han producidos grandes daños, incluso teratogénicos como la talidomida, que en estos días está en los medios de comunicación por sus efectos incapacitantes en los recién nacidos de décadas pasadas.
Por todo ello, la Seguridad del Paciente en relación con los efectos adversos de los medicamentos se basa en la prescripción facultativa precisa y adecuada y en el control y seguimiento clínico de los pacientes. Los usuarios y/o pacientes deben ser conscientes de un posible riesgo y sólo consumir los necesarios y, siempre, con sentido común y valorando el índice beneficio-riesgo.
El uso racional de los medicamentos es imprescindible para garantizar su efectividad y desde el punto de vista colectivo y social también hay que pensar en la eficiencia y la sostenibilidad del Sistema.
En resumen, vivir en la Sociedad del Siglo XXI comporta consumir lo que necesita y sin riesgos y la Seguridad del Paciente es una herramienta para evitar la mayoría de los riesgos de la atención contribuyendo a la mejora de la Calidad Asistencial, lo que conlleva tener más posibilidades de Bienestar y Vivir Saludablemente.
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