Eres el último y el primero que veo cada día de mi vida desde hace diez años y nunca me has fallado. Sí, así es, jamás has faltado a una cita ni complicado una situación ni has pedido nada a cambio. Siempre, y digo siempre, has amortiguado los golpes, acompañado en los sinsabores y compartido mis penas. Tengo la enorme fortuna de haberte encontrado y de que seas el mejor compañero.
¿Recuerdas aquella fría tarde-noche en que nos miramos a los ojos? Imposible olvidarlo, hay instantes de una vida que lo cambian todo, aquel lo fue, ambos lo sabemos. Desde entonces y hasta hoy sé que siempre que estés a mi lado jamás estaré sola ni me faltará una razón para sonreír ni un motivo por el que luchar, porque con todo lo que tú me das me sobran razones para vivir.
Habrá quien lo considere una exageración y no alcance a entender la intensidad de nuestra relación, pero? es seguro que no han tenido la suerte, Teo, de encontrar un compañero como tú. Eres un perro, ¿y qué? ¿Acaso no eres más bueno, más atento, más generoso y más humano que muchas personas? La vida me ha contestado con un sí rotundo y afirmo que el mundo sería mucho mejor si los humanos os tomásemos como ejemplo.
Harás diez años el martes ¡y eso en ti es toda una vida! Eres fuerte y seguro que tendremos la fortuna de compartir otra década, pero esta primera, Teo, me ha regalado la mejor experiencia de mi vida y ya siempre viviremos el uno en el otro, suceda lo que suceda, no importa cuál de los dos se vaya primero, jamás seremos olvidados porque seremos el mejor recuerdo de nuestras vidas (me tomo la licencia, porque te conozco, de saber que es recíproco).
Gracias por hacerme mejor con tu ejemplo, gracias por la soledad desconocida.