No quiero bucear en el mito de la caverna, no quiero ver sombras de espaldas a la realidad, mi mundo está cerca de mi, aquí es donde vivo.
Buena parte de mis grandes personajes son garabatos más o menos estilizados, la mayoría de tamaño escaso, mis maestros.
Quiero compartir con vosotros algunos de mis secretos, entre los que se encuentran las historias que una vez descubiertas forman parte de uno para siempre, quizá sean intrahistoria como denominó Unamuno, creo firmemente que sí, lo son y ello me llena de orgullo.
Tengo un libro de cabecera que entraña todo un decameron, ni Platón, ni Descartes, ni Kant, como digo en casa: "voy a leer filosofía", agarro "Todo Mafalda" y comienzo la lectura de las viñetas, un ejemplo de filosofía: ¿quién de nosotros es capaz de arrodillarse ante una margarita, comtemplarla y decirle "hola"?, Mafalda (Quino), me ha enseñado a caminar despacio.
Otro héroe, que ha hecho derramar los lagrimones más gordotes que he visto a mi hija Daniela porque no encontraba a su mamá, se llama Marco, otro pequeño "aprendiz" de hombre. Ya quisiéramos los hombre ser aprendices de Marco.
"Fue el tiempo que pasaste con tu rosa lo que la hizo tan importante", decía el Principito, toda otra lección de vida, el tiempo que se pasa sin vivir es tiempo perdido, ¿A dónde van los besos que guardamos, que no damos? diría Victor Manuel.
Del siguiente personaje ya os he hablado sin mencionarlo, es otra narración del libro Corazón, "El tamborcillo sardo", por favor si tenéis tiempo que invertir en grandes valores invertidlo en vosotros.
¡Ha vuelto, la echaba de menos!, un cuarentón ha leído y visto bastantes series de dibujos animados, ahora mis cachorros mientras una cuchara de leche con galletas llega a su gaznate permanecen embelesados con la abeja Maya y su inseparable Willy. Natural, rebelde, pícara, como Mafalda pero con alas.
Termino ya; con la hoja y el pájaro que aprendieron a amar, Susurro y Pity.
Felices sueños, ahora y en la noche.
A mi tía Pepita, que tanto me ha enseñado.
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