Diane 35: ¿final de una revolución?

Las recientes muertes asociadas al consumo del fármaco Diane 35, anticonceptivo hormonal de tercera generación, cuestionan de nuevo la utilización masiva, casi indiscriminada de dichos fármacos. El hecho no es nuevo. Sin embargo ha sido Francia, quien primero dio la señal de alarma a principios de año, suspendiendo la venta del anticonceptivo, al relacionarlo con cuatro muertes; luego Holanda, en octubre ha hecho lo propio al considerar que el fármaco está relacionado con 27 muertes por embolia pulmonar. Muertes de mujeres en su mayoría menores de 30 años. Las asociaciones estrógeno-progestágeno destinadas a colonizar el torrente sanguíneo de muchas de nuestras jóvenes coetáneas durante años, deterioran la salud de las mismas a nivel metabólico, vascular, dermatológico, sexual: eso lo sabemos hace tiempo. Pero su letalidad nunca se ha mostrado tan palmaria.

El calado de la anticoncepción hormonal (ACO) es tal, que abundan las voces autorizadas que no dudan en situar la génesis de la revolución sexual en mayo de 1960, fecha de la comercialización en USA del primer anticonceptivo: el Enovid. Una revolución que como todas arroja luces pero también su propia dosis de sombras, aspectos hoy bien conocidos, patologías amparadas en la ACO.

Extraños vericuetos tuvo que recorrer este grupo farmacológico para que un día recibiese trato de medicamento. Por vez primera en la historia, un fármaco se registraba como medicamento pese a no combatir ninguna patología. La fertilidad, que se sepa, no constituye ninguna patología. Con el advenimiento de la ACO algunos creyeron solucionar la problemática de la paternidad responsable pero no se pensó entre otras cosas que, instaurado un tratamiento hormonal, convertimos al sujeto sano en paciente, con consecuencias clínicas que es preciso prever, y atender monitorizando el tratamiento. Además, se violentó la milenaria definición de medicamento para que el fármaco se encontrase finalmente en el anaquel terapéutico.

Como podemos entrever, nos hallamos ante una cuestión compleja y poliédrica, más decisiva de lo que en principio da a entender. Si la salud sexual tiene por misión "la integración de los elementos somáticos, emocionales y sociales del ser sexual por medios que enriquezcan y potencien la comunicación, la personalidad y el amor" (OMS, 1975), la ACO ha sido maestra en todo lo contrario, disociar y de forma eficaz, relación sexual y procreación. Disociar y propiciar ulteriores disociaciones que explican tantas cosas del alma humana del último medio siglo. Tantas como las modernas epidemias de los "países civilizados": aborto provocado, ITS-sida o rupturas de pareja.

A algunos todo esto les parecerá excesivo. Se verá. Si el director de este medio y el Hacedor me lo permiten, transitaré de forma más pausada lo anterior, pues en palabras del prof. Fernández Álvarez: "Salmantica docet sabe que tiene compromisos morales y que sus deberes no se limitan a transmitir conocimientos heredados".