Cuando el "glorioso" Ayuntamiento que dirige los destinos de personas e inmuebles de esta muy noble y "culta" ciudad de Salamanca decidió reducir a escombros el antiguo depósito de aguas de la calle Campoamor, apremiado por los deseos de sacar dinero de donde fuera y saltándose la ley como quedó demostrado años más tarde cuando ya no había remedio y todo esto para engrosar los bolsillos de algún constructor aumentando la burbuja inmobiliaria que nos ha traído, a la postre, no pocos quebraderos de cabeza, entonces algunos ilusos, entre los que me cuento, pensamos que podríamos salvarlo si nos poníamos a trabajar utilizando nuestro tiempo libre y nuestro poco dinero al servicio de una causa que, a sabiendas, teníamos casi perdida, y que no podríamos disfrutar en el futuro de una construcción única en su género.
La Asociación para la Defensa del Patrimonio, vecinos, algunos escritores, pintores, algún arquitecto(*), gentes de todo tipo y condición relacionadas o no con el mundo de la cultura y ciudadanos a título personal, nos unimos en una plataforma en defensa de una construcción que, ciertamente, estaba en muy mal estado, pero era reutilizable.
Los medios de "desinformación" de esta ciudad se pusieron cual perritos falderos al servicio de los intereses que llevaron a destruir sin miramientos una de las construcciones más emblemáticas del siglo XX, vendidos al poder del dinero y a la necedad del alcalde de entonces y de sus seguidores y empresas afines que son los que mandan y ordenan en esta Salamanca de mis amores y utilizaron sus páginas día sí y día también en contraatacar las acciones que los ciudadanos íbamos realizando.
El barrio tampoco se portó del todo bien con nosotros. Comprensiblemente, casi todos los vecinos más próximos al lugar veían en su destrucción la oportunidad de "limpiar de ratas" aquel lugar en el que una vez se ubicaron el viejo parque de bomberos y la escuela de Luis Vives y de paso, por qué no, limpiar de "ratas de dos pies" que se opusieran al derribo los aledaños de la plaza de Cuatro Caminos y de la calle Campoamor.
Este solar, que el propio ayuntamiento abandonó durante años, sirvió sobre todo de escombrera y los vecinos, en vez de ir en contra del abandono que "su" Ayuntamiento estaba realizando, se fueron contra nosotros, que también éramos vecinos y que queríamos que el lugar se transformara pero con la reutilización del depósito.
Cada vez que se realizaba una protesta, los medios auspiciados por el propio Ayuntamiento vertían todo tipo de argumentos colaterales con el fin de distraer al ciudadano-siervo-no-pensante-pero-votante en numerosísimas páginas, informativos y demás. Hay que reconocer que eran más y estaban mejor armados.
Propuestas para conservarlo no faltaron, desde querer convertirlo en un centro de arte, hasta hacer una biblioteca o un centro cívico para el barrio y con la maravillosa posibilidad de hacer un restaurante giratorio con un observatorio semejante al de la Torre Tavira de Cádiz desde la cual se pudiera ver proyectada toda la ciudad en una cámara oscura. Estas y otras opciones semejantes se las llevamos al "destroyer", al alcalde más nefasto que ha tenido esta ciudad, al que no ha hecho casi nada por la ciudad que no conllevara un negocio añadido para él o para los suyos, al hacedor de la burbuja inmobiliaria más despiadada que ha sufrido y sufrirá esta ciudad (recuerdo que se iban a construir más allá de los Pizarrales unas 12.000 viviendas y que se pujó hasta por un circuito de automovilismo al igual que sus correligionarios valencianos), al que se le puede ver solitario andando por las calles del que fue "su coto privado" sin que casi nadie le diga hola o adiós, como he tenido ocasión de comprobar recientemente.
Todas las ideas se las pasó por el "arco del triunfo" y con un desprecio más que considerable cuando se las pusimos encima de la mesa, no bastó que le lleváramos estas fotos, ni dibujos de los posibles diseños del aspecto que podría tener el futuro edificio y sus posibles usos, su compromiso con la especulación era más fuerte y nosotros casi unos delincuentes por haber entrado en el depósito a hacer las fotos que acompañan este dolido artículo, además, para fotos, las que él mismo había hecho y no estas que Vd. amigo lector está viendo.
Ahora, si has aguantado hasta aquí, puedes ver en parte de lo que se podía apreciar desde allí arriba, puedes contemplar la maravillosa estructura que tenía el depósito de agua más grande y robusto de gran parte de Europa con un hormigón armado finísimo que había soportado casi cien años y sin apenas mantenimiento todo tipo de inclemencias, tenía 27 metros de diámetro, casi 30 de altura y estaba situado en una de las colinas de la ciudad lo que suponía una atalaya casi comparable a las de la Catedral o de la Clerecía para verla, con la particularidad que desde ella se podían ver las otras dos y, sobre todo, amigo lector, puedes echar un vistazo a algunos de los aconteceres de aquellos días de reivindicación y desvelos.
Todavía cuando se pasa por el inhóspito, aunque ahora ya sí, limpio lugar, en el que se ha transformado aquel solar, parece que falta algo. Aún se puede oír a Chelo la churrera llorando su ausencia y la actual presencia del Museo del Comercio que, por cierto, no sólo hubiera podido coexistir con él sino que hubieran sido complementarios, no ayuda a cicatrizar las heridas del alma que dejó este acontecimiento. Mientras tanto se cumplen 25 años del nombramiento de Salamanca como Patrimonio de la Humanidad, es decir, de todos los seres humanos del planeta, y hay que saber que este patrimonio está mezquinamente amputado y lo peor es que es para siempre, aunque no estuviera en el casco viejo.
Han pasado apenas once años y parece que fue hace un siglo, las imágenes hablan por sí solas, están cargadas de nostalgia para los que lucharon entonces por una Salamanca más humana, a ellos se las dedico, son la crónica social de uno de los atropellos más descarados que ha sufrido esta ciudad y puedes constatar cómo han trascendido a las decisiones erróneas de los gobernantes. Una vez más la imagen fotográfica se erige en portadora de la evocación como ningún otro arte puede hacerlo. Sirvan estas fotos como ejemplo.
Victorino García Calderón
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(*) Ni siquiera esta magnífica construcción figura en el catálogo de edificios singulares del siglo XX editada por "eminentes" arquitectos locales. Los ingenieros tienen su oportunidad.