Ha informado esta ventana virtual de la salida hacia Afganistán de 31 efectivos militares, para desmontar instalaciones ya inservibles, construidas en ese país para alojar tropas españolas enviadas a la guerra desde algunos despachos alejados de la pólvora, blindados contra los morteros, sordos al estrépito de las metralletas, inmunes a las minas personales y protegidos de la muerte que se llevó por delante 100 soldados y un intérprete, dejando en hospitales 80 heridos graves y una factura en Hacienda de 3.500 millones de euros, que pagamos los españoles a razón de 75 euros por cabeza.
Dinero que hubiera alejado a muchos menesterosos de los contenedores, hubiera evitado copagos a los enfermos crónicos, alimentado a niños en comedores escolares, ampliado las becas Erasmus, mejorado la ayuda a la dependencia, dotado de más recursos a la justicia y evitado la orfandad a los hijos de quienes perdieron su vida en nombre de una contradictoria guerra pacificadora.
En el acuartelamiento General Arroquia se arengó a los soldados antes de la partida, pero nadie les dijo que somos mayoría los que exigimos vivir en paz, rechazando guerras preventivas, paliativas, defensivas, especulativas y pasivas, sabiendo que a la paz se llega por el camino de la solidaridad y nunca siguiendo la estela de los misiles.
La paz se alcanza roturando la tierra para que dé generosas cosechas y no sembrando los campos de minas; la paz se conquista enarbolando libros y no banderas victoriosas; en el territorio de la paz hacen surcos los trigales y no las cadenas de los tanques; la paz se gana construyendo escuelas y no cuarteles; almacenando trigo y no arsenales de armas; levantando industrias y no cavando trincheras.
Ningún beneficio de la guerra compensa el luto de una lágrima o la pérdida de la sonrisa, y quien dude de esto que le ponga su apellido al joven que muere de un balazo, y lo comprenderá enseguida. Ocurre, simplemente, que los matarifes ocultos tras las cortinas disparan con pólvora ajena desde los despachos, porque son otros quienes ponen los muertos.