¡Dios qué carreras! Ni los adolescentes que mi hermana apacienta en su clase de matemáticas salen así del aula, y eso que son adolescentes y la clase es de matemáticas; ellos se demoran recogiendo la mochila, intercambiando informaciones importantes: dónde vamos esta tarde, quedamos luego, le digo a mi madre que me quedo en tu casa, qué pesada es la de lengua?Acabada la clase ya no hay prisa, ya saben lo que varía el trayecto según se vaya o se vuelva? de casa al instituto diez minutos del instituto a casa menos de media hora imposible. Justo al revés que nuestros mandamases, representantes, diputados y demás que del Congreso a casa volaban. ¿Te vas de puente? Pierdo el avión, y venga a correr; nunca las escaleras del Congreso y los pasillos habían registrado tanta actividad, me imagino a los bedeles con cara de asombro, mientras el señor Posadas levantaba la sesión, los diputados huían como si les fueran a poner deberes. Y pregunto ¿sabían que habían votado? ¿Se enteraron del resultado? O lo que es peor ¿les importaba algo el resultado?

Se me ocurre que el lunes o cuando sea que vuelvan a reunirse se sienten en corro como los niños de infantil y compartan lo que han hecho el fin de semana, después ya relajados a hacer la ficha?O también pueden regalarse por Navidad, el Elogio de la lentitud, por si vuelven a perder el tren








