Escribir sobre el mundo del arte se me antoja como adentrarse en un laberinto.
Algo parecido me sucede cuando encaro un cuadro, (eso de no saber dónde te llevará), con una diferencia: que pintando, las más de las veces, me apetece perderme y gozo esa aventura, y de esta otra maraña pretendo salir rápido e ileso. Sí: la cosa en el arte contemporáneo está más liada que nunca, ya dijo Adorno que "Es obvio que ya nada en el arte continúa siendo obvio, ni su vida interior, ni su relación con el mundo, ni siquiera su derecho a existir". Así de nihilista esta moderna teología ya no sé si es la hora de las preguntas o de las respuestas. Preguntar o responder son opciones que se pueden sopesar en una balanza: Picasso decía "Yo no busco, encuentro", y Dora García, tan de Pucela y tan de moda, sin embargo asegura que "Dar con una respuesta es lo peor que te puede pasar como artista"
Si ya sé que son posturas contradictorias pero en una contradicción cabe un Universo. Eso lo saben todas las religiones, también lo intuyen los poetas y hasta lo experimentan como un abismo. Solo la ciencia prefiere caminar en la tierra firme de la lógica de la razón y reprime sus sueños para no producir monstruos goyescos.
No me preocupan tanto las contradicciones, si tienen cierto prestigio siempre las podremos llamar misterios, como la sospecha de que las palabras muy pocas veces añaden luz a las obras de arte, que tocan a mundos paralelos de su historia, su éxito, su difusión o su mercado, esas cosas que lo rodean, como el cuerpo al alma, aunque cada vez sean más los que crean que todo es una misma cosa, materia y química, y que el alma no existe, pero que muy pocas veces esas palabras, críticas o explicativas , dan a la caza alcance, quizá porque esas cuestiones tan místicas como el arte, la verdad o lo sublime habitan en el Silencio, algo que solo podemos comprender como experiencia, pero que siempre es arduo de explicar.
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