Muy cerca de mi casa hay un Súper. Además de eso hay siempre alguna señora indigente a la puerta sentada, pidiendo (dicen que son rumanos, yo no lo sé pero para el caso es igual). Se pone a un lado. Se coloca a un lado para no entorpecer el numeroso tráfico de piernas que ?vistan desde su altura- pululan constantemente, salen entran y ella allí, arrebujada en unas bufandas de colorines. En la parte contraria la gente suele dejar los perros atados. Ayer, un bondadoso "labrador" quedó instalado por su dueña enfrente. Y se miraban en silencio. No es una noticia de portada en ningún medio pero la escena me resultó altamente inquietante y sugerente. Un abuelo casi pisa al perro y pasó enfurruñado trastabillándose. Las puertas automáticas se abrían y cerraban. Bolsas y carros llenos. Aquella mujer solo veía las ruedas de los carros y los altos tacones de las señoras Me quedé observando a ambos a unos metros. El perro, plácidamente echado en el suelo apoyó su cara en sus patas delanteras sin dejar de mirar a la rumana que perdía la vista entre un plato de plástico, alzándola de vez en cuando para suplicar de forma entrecortada a un viandante. Y de hito en hito miraba al perro. Se miraban. Y esa mirada, que no es noticia para nadie, me hizo escribir este artículo.
*TOÑO BLÁZQUEZ. Me gusta enredar con ovillos culturales y hacer jerséis a la medida de mis inquietudes literarias, poéticas y musicales. Soy poeta, guionista, rapsoda, actor?Y me voy apañando como ciudadano. ¡Ah sí, también soy autónomo!