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‘La que se avecina’ con los resultados de las elecciones en Andalucía
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SECUELAS DEL FRANQUISMO (LVIII)

‘La que se avecina’ con los resultados de las elecciones en Andalucía

Actualizado 07/12/2018
Ángel Iglesias Ovejero

Décimo tercer capítulo de la serie 'Actitudes contrarias a la aplicación de la Ley de Memoria Histórica'

El vergonzoso destape de la extrema derecha en Andalucía ha sorprendido a algunos politólogos que, con ingenuidad o redomada hipocresía, se preguntan de dónde han salido tantos votos favorables para Vox y la consiguiente osadía de sus responsables, que, de acuerdo con su programa, no han tardado en anunciar que van a exigir a sus posibles compañeros de viaje la supresión de la Ley de Memoria Histórica. Sin embargo, no parece que se trate de un misterioso arcano ni, más allá de las "voces" empleadas, de unas propuestas originales, tanto que no vale la pena alargarse en ello. El nacionalismo centralista, el racismo, la xenofobia, la homofobia, el integrismo religioso, el machismo, la falta de reconocimiento de las minorías religiosas, lingüísticas y sociales, etc., estaban en la esencia misma del franquismo militante en la Dictadura. Y de éste se han nutrido en permanencia los partidos que se proclaman de "Centro-derecha" en España, cuyas actitudes contra la MH los pone en evidencia (cuando no pueden manipular las normas, empezando por las que ellos mismos proponen para no desentonar, echan mano de las tácticas dilatorias).

Así que está claro que los votos de ahora a la extrema derecha han salido del cajón de sastre de los votantes de la Derecha, porque de centrismo no hay nada (¿qué fue del suarismo al que tanto se ensalza estos días en las celebraciones de la Constitución?), como lo prueba el hecho de que sus dirigentes no tengan escrúpulos en prestarse a componendas estratégicas con estos singulares "reconquistadores" de España (después de dar por buena la utilización de "moros" como carne de cañón en "la Cruzada", están dispuestos a expulsar de Almería a sus descendientes y afines por "musulmanes"). En esto, y no en la falta de Ultraderecha, reside la originalidad de los partidos conservadores de España. Los partidos así calificados en Europa, donde la deriva derechista es un fenómeno general, se guardan bien de avanzar semejantes galanteos antes de las elecciones y de consumar pactos vergonzantes con los ultraderechistas después (o lo hacen localmente a cencerros tapados).

En los estados donde se contempla una segunda vuelta, en caso de no alcanzar la mayoría ningún candidato en la primera, los partidos democráticos suelen pedir a sus votantes que, por así decir, no elijan "lo peor" (candidatos antidemocráticos). Así sucedió hace año y medio en las elecciones presidenciales de Francia, en las cuales fue elegido Emmanuel Macron, candidato de Izquierda-Centro-Derecha, gracias a un heteróclito abanico de electores demócratas (socialistas, gaullistas, democristianos, ecologistas), cuyos dirigentes llamaron a impedir el triunfo de Marine Le Pen, candidata del Frente Nacional, reuniendo el "Frente republicano", alzado contra su padre en los años ochenta (que en 2002 permitió la elección de J. Chirac contra J. M. Le Pen, y esta vez no respetaron el izquierdista J. L. Mélenchon y un sector de los seguidores de Sarkozy, que se abstuvieron, porque los extremos se tocan). Ganó por mayoría aplastante Macron, el actual Presidente, que estos días tiene que hacer frente a una seria revuelta por las medidas "antisociales" de su Gobierno. Pero, ¿dónde estaríamos si hubiera sido elegida la señora Le Pen, ultranacionalista, antieuropea y xenófoba?

En España no se adivina cuál será el panorama político del año próximo, actualmente bastante complicado. Ahora bien, como no hay mal que por bien no venga, gracias a los resultados electorales de Andalucía y a sus efectos estratégicos pronto se sabrá dónde se sitúan realmente los partidos derechistas de España y si existe alguna diferencia entre ellos y la Ultraderecha. Si los flirteos con Vox se confirman, la que se avecina es fácil de suponer. Será más visible y descarada la política seguida por esos partidos en materia de Memoria Histórica, ya repetidamente denunciada: después de la desmemoria, la desvergüenza. Harán lo posible para imponer el olvido y la falta de reconocimiento de las víctimas republicanas, y para que, además de la impunidad de los crímenes franquistas, sus responsables tengan garantizada su honorabilidad, por inaceptable que esto sea. Por supuesto, les costará trabajo desandar el camino ya efectuado por el movimiento memorialista, como tampoco será tarea fácil hacer compatible su simpatía por el neofascismo en España con el rechazo que en Europa genera dentro de los partidos liberales e incluso conservadores.

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