Artículo dedicado a Eugenia Manzanera, que en la tarde del sábado recogió el premio al Mejor Espectáculo Infantil de la Feria 2016
De esos melómanos resabiados algo engreídos que todo lo saben, de esos soy yo. Por eso tuerzo el morro cuando en los viajes en coche me toca tirar de músicas de críos, como padre de cría que soy. Pero he aquí que hubo un disco, "Retahilando" se llamaba, de la Manzanera, profesión costurera, decía.
Y zis, zas...
Puntadita a puntadita las canciones se me fueron bordando en el interior, en las entretelas del corazón, que es un dicho de gente antigua del que yo gusto mucho; tanto se cosieron que antes ponía yo el disco que Abril lo pidiera; mi hija, no el mes.
Y zis, zas...
Porque me gustaban las músicas, sí, pero yo es que yo también soy esos mustios señores muy leídos, resabiados y algo engreídos, que saben de historia, poco o mucho, según con quien se compare, de la Historia grande, la que se escribe con mayúscula y de la pequeña, de las historias de pueblos y gentes. Y es que no solo disfrutaba con la música y las canciones, lo que cantaba y cómo lo cantaba, que también con lo que contaba y cómo lo contaba, con historias de viejos y viejas por muchas generaciones escuchadas.
Y zis, zas...
Y en esto que ayer en Sequeros, en pequeño teatro de pueblo encantado de la sierra, la Manzanera se nos presentó para poner cara, mucha cara, para poner gracia, pero que mucha gracia, a lo que yo sabía de memoria, pero que ayer presencié puesto en pie con un cargamento de preciosos y sorprendentes trucos y achiperres. Con un Iovis Fernández de la Cruz que así, sin darse importancia -aunque eso "de la" siempre queda la mar de señorial-, valiéndose de un montón de instrumentos y cacharros parecía tocar la única música posible para todos esos cuentos más o menos conocidos.
Y zis, zas...
Sí, la Manzanera actúa muy bien, canta que te mueres, es ágil en escena, se ríe de nosotros con nosotros, pero puede que lo que mejor la defina es esa risa de manual, en forma de acordeón, en cuarto creciente, que inunda el teatro, que pareciera vendaval capaz de llevarse todo por delante, todo lo peor de la vida, sea por una miserable o grandiosa hora, según se mire.
Y es que en la cosa del arte, como en la vida, algo es bueno si fluye de forma natural y a fe mía, que en el disco, más aún la representación, todo encaja como debe ser, como la vida debiera ser.
Y zis, zas...
Como bien decía Manuel en la presentación, este es un teatro para disfruten niños, padres y abuelos. Un espectáculo espectacular, valga la reverencia... o como se diga, que esto se estaba poniendo de más de serio, caramba. Como dijo el ratón que se subió a la baranda. Pan, chocolate y queso. Pan, chocolate y queso.
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