LAS ARRIBES
Actualizado 15/08/2024 12:15:11
Ester Corredera

Baleo es el lazo, el nudo más fuerte que nos une con nuestra tierra, con este Abadengo rayano que tanta desmemoria sustenta

En marzo de 2020, en el canal de Youtube (no podía se de otra manera, estábamos en plena pandemia), Baleo presentó su, hasta ahora, último disco: Abadengo. Y lo hizo en un lugar muy emblemático para los de esta comarca, al menos para los lumbralenses: el Castro de las Merchanas.
Recuerdo la primera vez que visité el Castro, hará 50 años o más (uno no puede evitar ser tan mayor… ¡y mejor que así sea!). La sensación que tuve al acercarme a aquella muralla, por entonces semiderruida y semioculta por la vegetación, fue muy especial. Puedo asegurar que no iba ni motivado ni predispuesto a nada, pero pisar aquel terreno fue como recibir una descarga de historia, de microhistoria, de sentir siglos de vivencias casi familiares, de andar por casa podría decirse. Allí se respiraba algo que no sabría explicar, pero que entraba muy hondo, mucho más allá de los pulmones, hasta el alma. Era saber que estabas en casa sin haber entrado nunca en ella. Era saber que aquello era algo tuyo, sin serlo, algo que te pertenecía, que formaba parte de tus genes, de tus ancestros, de esa cadena infinita de la que tu eslabón forma una fugaz e infinitésima parte.
Bueno, pues con Baleo me pasa algo parecido cada vez que los oigo y los veo.
Baleo no es sólo música folclórica, es nuestra música, nuestros sonidos, nuestras voces, nuestra tradición, nuestras costumbres… Es recordar al tío Demetrio cuando, colocando un trozo de pan en el hocico de su perra, le hablaba de conejos y de madrigueras, de escopetas y de caza (¡ojalá pudiera acordarme de aquel relato!) con toda su parsimonia. Y mientras tanto, la Canela, resignada y paciente aguantaba con su trozo de pan en las narices. Sólo cuando el cazador disparaba, ¡pum!, la perra se dirigía rapidamente hacia su presa lanzándola hacia arriba y atrapándola con la boca.
Baleo es una chimenea y un caldero al fuego donde la abuela Faustina cocía las patatas que daría después a los cerdos. Las que quedaban, porque siempre le choriceábamos alguna y dábamos buena cuenta de ella tras quitarle impacientemente la piel, que todavía nos quemaba los dedos, y la sazonábamos con un poco de sal.
Baleo es el abuelo Melitón y su carácter rezongón pero noblote al máximo, su fachada de señor serio y autoritario que se ablandaba hasta las lágrimas cogiendo a aquella nieta hija del pecado que tendría que despreciar por repudiable.
Baleo es el lazo, el nudo más fuerte que nos une con nuestra tierra, con este Abadengo rayano que tanta desmemoria sustenta.
Los gallegos tienen una palabra para definir algo parecido, esa tristeza dulce, esa melancolía, esa nostalgia que dopa, que arrastra, que eleva… esa morriña.
Los portugueses la cantan en sus fados y nos transmiten también esas emociones profundas que se encierran en esa preciosa palabra, ese afecto primario e instintivo que forma parte de la saudade.
Nosotros, los del Abadengo, no tenemos morriñas ni fados, pero tenemos a Baleo. Qué sea por muchos años más.

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