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LAS ARRIBES
Actualizado 20/10/2023 11:19:59
Miguel Corral

Los restos arquitectónicos de Yecla la Vieja es uno de los principales testimonios de la importancia que para anteriores civilizaciones cobraron las tierras del oeste salmantino

El castro de Yecla de Yeltes ofrece un auténtico viaje al pasado más inédito y alejado de cuantos presenta la provincia de Salamanca. La apuesta en valor de los recursos arquitectónicos de Las Arribes impulsada hace unos años por la Diputación de Salamanca se conoce como Territorio Vetón, un programa que se centró en dos importantes vestigios como son los castros vetones de Yecla de Yeltes (Yecla de Vieja, Ecla) y Las Merchanas en Lumbrales, el primero uno de los vestigios más importantes emanados de la cultura prerromana en la Europa Occidental.

Pisar las piedras que dos mil años antes fueron colocadas con rigurosidad por aquellos hombres, pasear por entre sus casas y calles y observar desde lo alto de su muralla la puesta del sol, es sin duda una de las experiencias más inolvidables que puede acumular cualquier seguidor de nuestra Historia.

Es por tanto este lugar uno de los vestigios más importantes de cuantos se reparten en la geografía salmantina, pues cada uno de los elementos que lo componen supone siempre un descubrimiento. Del silencio del presente, entre las calles y cimientos de sus construcciones emanan los sonidos de la actividad frenética que desarrollaron aquí sus pobladores hace 2.000 años.

La puesta en valor de la necrópolis concedió al conjunto de los restos arqueológicos una visión real de la vida de sus moradores en este lugar, fácil de imaginar a poco que nos adentremos entre sus murallas y observemos desde lo alto la zona de piedras hincadas situada en la puerta norte, elemento de defensa contra los ataques de caballería de poblados cercanos.

Los orígenes del castro se remontan al siglo V a. C., pero es a partir del siglo III a. C. cuando se construyen la mayoría de los edificios y elementos defensivos que se pueden observar en la actualidad. Durante la etapa romana continuó habitado, abandonándose definitivamente en el siglo XII, momento en el que sus habitantes se trasladan a una zona más llana y que da origen al pueblo actual.

El castro se halla en la confluencia del río Huebra con el arroyo Varlaña, asentado sobre grandes peñascales. Ocupa prácticamente 5 hectáreas de superficie y está rodeado por una gruesa muralla de mampostería de granito en seco. La defensa del recinto se completaba con la presencia de zonas con piedras hincadas situadas frente a las puertas principales, restos que aún pueden observarse en la puerta norte de la muralla. Los accesos se presentan mediante cuatro puertas y dos portillos. La principal se halla en el flanco norte y da paso al único camino de acceso.

Importantes huellas

Tanto en el exterior como en el interior del emplazamiento destaca la presencia de más de un centenar de grabados rupestres. Se trata de insculturas hechas en la roca que representan principalmente caballos, aunque también hay algunas figuras humanas, dos escenas de caza, jabalíes, asnos, toros, ciervos, un sinfín de representaciones que venían a invocar la magia, capturar el deseo para que este se convirtiera en realidad.

Los principales elementos constructivos del castro, y de forma particular los relativos a sus defensas, pueden ser recorridos y visitados gracias a la labor de acondicionamiento, restauración y señalización efectuados en el yacimiento a través de distintas intervenciones.

A lo largo de un sugerente y atractivo trayecto de más de un kilómetro por el exterior del recinto, el visitante tiene la oportunidad de observar y conocer directamente los principales accesos al poblado, las zonas con piedras hincadas, algunos grupos de grabados, y en general las características de esta magnífica fortificación prehistórica enclavada en un paisaje de gran belleza, erizado de canchales graníticos y cubierto por bosques de encinas, conjunto al que se suma la necrópolis con la reproducción de una de las tumbas halladas.

Durante la etapa romana, el castro estuvo habitado. De hecho, en el siglo III se reconstruye parte de su muralla. A esta época se corresponden la necrópolis y diferentes estelas funerarias, que además hoy pueden encontrarse como elementos decorativos en muros y fachadas de Yecla de Yeltes.

Otro lugar ineludible para su visita es su aula arqueológica, convertido hoy en Museo y en el que se pueden encontrar importantes restos que trasladan al visitante 2.000 años atrás. Uno de los elementos que más llama la atención es un gran verraco realizado en granito, símbolo del pueblo vetón. En este espacio museístico se ofrece también una maqueta del complejo arquitectónico del castro que facilita al observador admirar la obra en su conjunto, además de restos óseos de sus antiguos pobladores, estelas funerarias y piezas de cerámica, objetos y herramientas de los que se sirvieron los vetones durante varios siglos en este espacio mágico a orillas del Huebra.

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