Los molinos del Pasadero, Vendemoro, Zarapayas o los de Ambasaguas, son testigos fieles de la importancia que el líquido elemento ha jugado en la historia de esta localidad
Dice un refrán que "en Villarino hay mucho vino", a lo que sus vecinos contestan: "Pero el que lo tien lo tien". Sí, Villarino de los Aires ha sido siempre, incluso más allá de comarca de La Ribera, el pueblo del vino. De hecho, este municipio tiene totalmente vigente la cooperativa dedicada a la producción vinícola más longeva de Las Arribes, la Cooperativa del Campo San Roque, fundada en 1962. Además, Villarino posee el único museo de las Arribes dedicado al vino. Como también de su Ayuntamiento partió la idea de crear la Ruta del Vino Arribes. Aunque su verdadera joya son sus bodegas tradicionales, excavadas sobre roca y sustentadas con grandes arcos de medio punto realizados en granito, toda una cultura de siglos donde Baco se hubiera encontrado como en casa.
Pero si el vino ha sido y es un elemento representativo de Villarino, no lo ha sido menos, y es, el agua, pues su término municipal está surcado por riveras y regatos mil que buscan los cauces de los ríos Tormes y Duero, que abrazan sus laderas un día llenas de majuelos. Y en todos estos cauces se llegaron a contabilizar más de una veintena de molinos que sirvieron para moler, trigo, cebada y centeno en momentos de abundancia de lluvias.
La importancia del agua en Villarino es tal que hace 48 años se concretó la primera central hidroeléctrica del Sistema Duero capaz de bombear agua a través de seis grupos-generadores tipo Francis, una gran obra de ingeniería que consistió en conectar el río Tormes con el Duero a través de un túnel de 14 kilómetros de longitud y 7 de diámetro, convirtiendo a la presa de Almendra en un gran reservorio de agua de la que, además de servir para producir energía tras una caída vertical de 200 metros, hoy beben más de un centenar de municipios de las comarcas de Vitigudino, Ledesma y Sayago.
Volviendo al carácter etnográfico que Villarino conserva respecto a los molinos que facilitaron la vida de sus gentes hasta mediados del siglo pasado, hay que comenzar con el molino de Fuente la Rede, en el nacimiento de la rivera en La Trabanquina; pasar a los de los regatos del Zade, o Zarapayas, sí en ese mágico rincón donde dicen que las brujas cruzaban las higueras y atravesaban los zarzales para asistir a sus aquelarres; y, por supuesto los situados en el Tormes y en el Duero, así hasta 23, aunque de los del gran río apenas quedan sus pesqueras, la mayor parte del año sumergidas por el agua que acumula la presa de Aldeadávila, pues su recula llega hasta Ambasaguas. Del Tormes, aguas arriba del regato de Valdosa, más arriba Zarapayas y antes El Zade, y antes El Corzo, pueden verse aún los restos de varios molinos y sus acequias. Los más visibles, el de Arnales y Monleras y, el más importante, el de Vendemoro, que fue 'fábrica de la luz'.
Por ello, en estos días de pandemia, en los que lo único que podemos hacer, sin riesgo de contraer la COVID-19, es disfrutar de la naturaleza, no es gratuito proponer un recorrido por estos caminos del agua en Villarino, un paseo por esos rincones, la mayoría desconocidos y que merecen ser descubiertos, parajes como el Desgalgadero y el pequeño 'Pozo de los Humos' que se asoma a Vendemoro, sin la majestuosidad del más famoso sobre el Uces en Pereña y Masueco, pero –sin duda– un lugar lleno de encanto.
Es visita obligada estos días de febrero, o siempre, el molino del Pasadero, rehabilitado hace ya unos años y que forma parte de una ruta autoguiada; el de Zarapayas, y desde este, bajar hasta Ambasaguas para ver los de Menchorico y Ricardico en el Tormes, paraje en el que finalmente se entrega al padre Duero, con sus aguas estos días un poco más turbias como consecuencia de la crecida por las lluvias. Con un poco de suerte también se puede apreciar los aliviaderos de la presa de Bemposta vertiendo 950 m3/s.
Ruta del Descagalgadero y molino de Vendemoro
El Desgalgadero se sitúa a unos 2,5 kilómetros del casco urbano del municipio y su recorrido es de baja dificultad, pudiéndose incluso realizar en vehículo hasta 500 metros del paraje. Para acceder es necesario adentrarnos por el camino hacia el Teso de San Cristóbal. No dejaremos el camino hasta encontrarnos con una bifurcación situada a 700 metros, que tomaremos a la derecha. Desde este punto habrá que recorrer 1,5 kilómetros, donde encontraremos una cañada entre paredes.
Si continuamos camino abajo, una vez llegada a la bifurcación del Desgalgadero, este camino nos conduce hasta el paraje de Vendemoro y el Pozo de los Humos de Villarino, el primero situado en el Tormes y el segundo en la rivera 300 metros más arriba.
Así que, después de todo esto, Villarino bien merece un recorrido por sus caminos del agua.