OPINIóN
Actualizado 27/11/2019
José Amador Martín

Inevitablemente, nos desplazamos. Nuestra visión cambia: no tanto porque veamos distintas las cosas, sino porque vemos cosas distintas. En cada punto, hay lo que hay, tiende a preocuparnos los que de hecho nos ocupa ?y es sano ajustarse a eso; no me lo parece tanto confundir lo invisible con lo que no hay, declararlo error o engaño. (Y quien dice no ver, dice verlo diminuto, demediado, y asombrarse de que haya podido tener alguna importancia, o la retenga.) Lo que aquí y ahora no vemos, otros (quizá nosotros mismos, en otro momento) lo vieron, ven o verán. Nunca sabremos su importancia hasta que se decida a reclamarla.

Para componer una imagen en fotografía o escribiendo es necesario haber visto muchas ciudades, hombres y cosas ? es necesario pensar en caminos de regiones desconocidas, en encuentros inesperados, en despedidas? es necesario tener recuerdos de muchas ocasiones, en las que ninguna se parece a la otra. Y tampoco basta con tener recuerdos. Es necesario saber olvidarlos cuando son muchos, y hay que tener la paciencia de esperar que vuelvan. Pues, los recuerdos mismos, no son aún esto. Hasta que se convierten en nosotros, sangre, mirada, gesto, cuando ya no tienen nombre y no se les distingue de nosotros mismos.

Por eso el fotógrafo fotografía lo que ve en un momento al igual que el poeta escribe algo que es capaz de decir en una conversación o que haya sido capaz de sentir.

El otoño existe fuera de nosotros mismos pero sólo de una interiorización del otoño seremos capaces de expresarlo. Existe una correspondencia entre el otoño de la naturaleza y de la edad humana, "donde se alcanza la plenitud de los frutos y comienza el declinar de la vida", un simbolismo de su dialéctica y de sus figuras metafóricas.

Vuelvo sobre los valses fríos, sobre el timbre afilado del violín y la sonoridad recurrente de los sueños, camino entre la miel más o menos balsámica y el ruido del viento sobre los árboles. La melodía siempre es la misma, se puede sonar atravesando diversos modos, sin dejarse enredar del todo por ninguno.

Todo ejercicio de la percepción humana es salvación, poder, abandono. Operación capaz de cambiar al mundo, la actividad artística es revolucionaria por naturaleza; ejercicio espiritual, es un método de liberación interior. El arte revela este mundo; crea otro... Cada observador busca algo en la obra artística. Y no es insólito que lo encuentre: ya lo llevaba dentro.

El otoño y sus distintas interpretaciones están dentro de nosotros mismos es una metáfora de la vida

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