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Parcelas de libertad
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Parcelas de libertad

Actualizado 21/02/2022 07:37
Manuel Rodríguez Fraile

Si usted sufre un padecimiento grave, crónico e imposibilitante o enfermedad grave e incurable causante de un sufrimiento intolerable; y además tiene nacionalidad española, residencia legal o certificado de empadronamiento que acredite una permanencia en España superior a 12 meses, es mayor de edad, capaz y consciente de sus actos; entonces y sólo entonces puede solicitar la eutanasia según la ley Orgánica 3/2021 que entró en vigor el 25 de junio del año pasado.

El término ‘eutanasia’ proviene del griego eu (bueno) y thanatos (muerte), es decir significa 'buena muerte'. Claro que uno puede estar a favor o en contra de esto, pero la ley deja muy claro que, en última instancia, usted no es dueño de su vida, ya que serán otros los que decidirán si, además de cumplir todos los requisitos documentales exigidos, padece una enfermedad de las características señaladas y si su sufrimiento resulta intolerable, es decir, será la sociedad en su conjunto, los profesionales de la salud y la administración pública, los que tendrán que validar su decisión ¿y por qué? Pues porque nuestras vidas son un bien público, todo nuestro ser es ya un bien público.

Para los creyentes el argumento en contra es tajante y no deja lugar a replica alguna: la vida es un don de Dios y sólo su voluntad puede privarnos de ella. Por tanto, ningún poder terrenal, por muchas medidas que se tomen para garantizar la libre decisión del enfermo, tiene autoridad en esta trascendental cuestión. Es decir en este tema ni los creyentes ni aquellos que no lo son tienen libertad de decisión. Y es que la libertad está sobre valorada.

En la normativa con relación a la eutanasia hay cuestiones claramente objetivas como el hecho de que la enfermedad que se padece sea crónica, si resulta incurable o si usted es mayor de edad o reside en el país desde hace más de 12 meses, pero otra son en mi opinión puramente subjetivas como el sufrimiento intolerable. Porque es precisamente en el sentimiento de sufrimiento intolerable – físico o psíquico – donde está la clave de todo, lo que lleva a alguien a desear la muerte. Pero, ¿quién puede decidir esto sino es quien lo padece? ¿con qué parámetros pueden otros valorar este hecho? El sufrimiento sólo puede sentirlo uno mismo. Tal vez todo esto sea sólo una falsa compasión, porque tampoco somos dueños de nuestro propio sufrir.

Según Stuart Mill[1] decía que la característica más importante de la Historia de la Humanidad es la lucha entre libertad y autoridad. Una lucha que, a lo largo de los siglos, se ha ido desplazado hacia un lado u otro. El periodista y escritor mexicano Carlos Fuentes afirmaba que: No existe la libertad, sino la búsqueda de la libertad, y esa búsqueda es la que nos hace libres.

Y si no somos libres para decidir nuestra muerte ¿lo somos para vivir nuestra vida? Pues cada vez menos. En mi opinión no somos libres, únicamente logramos a lo largo de la vida ciertas parcelas de libertad. Lo que me parece grave en nuestros días es que, si antes eran los poderosos, que siempre ha habido (reyes, señores feudales, dictadores, autoridades religiosas…); los que ponían limites a nuestro deseos de libertad, hoy la vamos cediendo de forma voluntaria y paradójicamente cada vez nos creemos más libres.

Ya no hay grandes movimientos sociales en contra de los ‘poderes establecido’ que, en charlas con los amigos criticamos. Las luchas de clases, de las que hablaba Marx no son posibles, sencillamente porque las clases han desaparecido y esa lucha se ha atomizado en pequeñas escaramuzas por los derechos y libertades, a las que ocasionalmente nos sumamos pero sólo si afectan directamente nuestros intereses más próximos: el cierre de una empresa, el precio de las patatas, la España vaciada, la atención a los mayores en los bancos, los afectados por tal o cual enfermedad, etc. Todo muy local, muy limitado, muy fácil de controlar por el poder, aunque sea democrático. Las grandes movilizaciones sociales han desaparecido, incluso para aquellos temas que nos afectan a todos como el cambio climático o la pobreza, pero sin embrago creemos que gozamos de los mayores nivel de libertad de la Historia.

Creer ser libre no es serlo, porque en nuestras sociedades globalizadas, las parcelas de libertad son cada día más individuales, más caras y más escasas. Ya no somos dueños de nuestra vida, ni de nuestra muerte, ni siquiera de nuestro sufrimiento. No es pesimismo, es que creo que debemos ser conscientes de ello y actuar en consecuencia, porque el riesgo de sobrevalorar la libertad acarrea frustración y depresión, ya que la liberad, al igual que la vida, la muerte y el sufrimiento, son hoy ‘bienes sociales’ que únicamente pueden tener sentido si los podemos disfrutar o padecer junto a los demás.

La gran escritora salmantina Carmen Martínez Gaite, nos dejó escrito: ‘Para mí vivir es no tener prisa, contemplar las cosas, prestar oído a las cuitas ajenas, sentir curiosidad y compasión, no decir mentiras, compartir con los vivos un vaso de vino o un trozo de pan, acordarse con orgullo de la lección de los muertos, no permitir que nos humillen o nos engañen’ Son algunas de nuestras parcelas de libertad.

[1] Filósofo, político y economista británico del siglo XIX

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