El director artístico participa en el Aula Alumni de la Cultura y muestra sus sensaciones tras recibir el premio
Volver a la USAL con un Goya debajo del brazo “es una pasada. Le desearía todo esto que me está pasando a todo el mundo, porque es una sensación muy guay, reencontrarte con tanta gente a la que quieres, que has conocido en diferentes fases de tu vida y poder celebrar este premio, que es un honor absoluto, y notar la alegría de la gente: es una gozada, se lo deseo a cualquiera”. Palabras de Javier Alvariño, Premio Goya a la Mejor Dirección de Arte por ‘La virgen roja’, que en la tarde de este jueves ha sido el protagonista del Aula Alumni de la Cultura, organizada por Alumni-Universidad de Salamanca en el Aula Francisco de Salinas (Escuelas Mayores).
Antes de participar en el acto, el director artístico y diseñador de producción ha hablado sobre el Goya y un reconocimiento que es “imposible” digerirlo, porque “está fuera de la ecuación, además en el momento en el que empiezas a recobrar un poco la normalidad, de repente, alguien que se ha esperado por dejarte un poco de tiempo, te vuelve a felicitar; entonces es como que de un modo u otro estás reviviendo todo el rato esa sensación. No me puedo quejar, es una ola que de repente te arrastra y te está llevando y que dure todo lo que pueda”.
Alvariño, exalumno de la USAL, ha contado la ubicación del Goya, que “fue bastante automática. No tengo muchos premios, uno es el premio a mejor dirección de arte en 2004 por ‘The Birthay’, mi segunda película, y al lado tengo un pequeño premio del festival de cine de Guijuelo, que es un jamón con unas tijeras y una cinta de celuloide, es una fantasía de trofeo; entonces tengo esos dos y el Goya al lado, me parecía como el final de la trilogía”.
Sobre el reconocimiento que supone ser galardonado con un Goya, ha asegurado que, en su opinión, “parte de lo que se reconoce es una trayectoria, son ya 25 años dedicándome a esto. Empecé muy joven, mi primera película fue ‘Octavia’, de Basilio Martín Patino, que rodamos en Salamanca y fue una experiencia traumática, en el mejor y peor de los sentidos, evidentemente lo recuerdo con mucho cariño, pero fue un salto al vacío importante”. Empezó joven “y tan arriba en la jerarquía, que 25 años después, es la sensación de toda una vida”.
Y es que tiene 45 años, pero lleva “más de la mitad de mi vida dedicándome a esto”. Además, ha añadido, “agradezco mucho que no haya pasado antes, me parece genial que pase ahora, porque es un momento en el que ya tengo totalmente desmitificado todo esto y lo que hago en realidad es eliminar todo lo superficial del asunto y quedarme con lo valioso, que es el cariño de toda la gente que te ha votado y de la gente que lo ha celebrado, tanto durante la gala, la gente que estaba presente, como la gente viéndola desde sus casas,en Salamanca, mis amigos, mi familia… todo eso lo noté en el escenario”.
Javier Alvariño cree que “de alguna manera en los proyectos en los que participo sí que hay un reconocimiento del departamento y de la ayuda que ofrecemos a que la película encuentre su personalidad. No noto nada más allá de esta alegría y este cariño, porque tengo la fortuna de ir dando con proyectos y gente muy profesional e inteligente en el camino, que me ha permitido, de alguna manera, acceder a proyectos muy interesantes; proyectos en los que la dirección de arte se ha valorado mucho, se le ha dado el espacio y se le ha permitido participar de la manera adecuada para hacer la peli grande. Espero que esto cimente un poco esa aproximación y me permita seguir trabajando en esto, que es lo que me gusta”.
Sobre el mensaje a transmitir en el acto organizado por Alumni-USAL, ha señado que hay que “aprovechar cualquier oportunidad que se te presente, por pequeña que sea, porque básicamente la gente con la que empiezas a rodar cortometrajes son cineastas del futuro; cuando eres joven, esa gente a la que conoces en la escuela, en la facultad, en el ámbito educativo en el que te estés moviendo, de un modo u otro, van a ser los futuros directores de cine, entonces empezar a trabajar con esa gente es lo que empieza a generar cierta experiencia, cierto músculo y meterse en ese tipo de lío es la manera”.
Él, ha añadido, empezó trabajando “con amigos míos, que ahora mismo son algunos de los mejores directores que trabajan en España y es gente con la que he compartido piso y esa gente, a base de persistencia y constancia, creo que la clave lo ha logrado”.
“No conozco ni un caso que alguien con verdadera constancia no haya acabado dedicándose a lo que sea que le guste y, en concreto, al cine; una verdadera actitud proactiva y constancia, insistencia y no desfallecer a la mínima es la clave y, a partir de ahí, evidentemente tener suerte”, ha concluído.