La segunda edición de Salamanca Underground corrige y amplía esta imprescindible crónica de nuestra ciudad, firmada por Daniel Cruz Sagredo. Aderezada con más de 500 personajes reales y un pícaro protagonista que va recorriendo y recordando los bares, pubs y ambientes culturales y contraculturales del final de la dictadura y los efervescentes años de la transición y la “movida charra”.
La obra que me gusta denominar El Evangelio según San Daniel (Cruz Sagredo) presenta su segunda edición corregida y ampliada, 310 páginas de inteligente y amena prosa más una buena nueva: 8 páginas de fotos, carteles, tarjetas de pubs y discotecas, posavasos y la portada del primer ejemplar de El MES. Puedo confesar y confieso impunemente que este último añadido me hace especial ilusión.
Es esta una novela imprescindible que se lee de un tirón mientras descubrimos la historia de un personaje ficticio (se llama Mac, pero no es el de Apple) que se mueve entre artistas, músicos, gerentes de bares, agitadores, funcionarios, vendedores, coleccionistas y otros seres de variado pelaje, que suman más de 500 personajes. El texto va desgranando el entorno cultural y los movimientos políticos de nuestra ciudad, con numerosas referencias al cine, la literatura y la música que veíamos, leíamos o escuchábamos en esos tiempos.
"Creí necesario hacer una crónica urbana de Salamanca, pero un poco disonante de aquella que loa su cultura y su pasado.", declara Daniel, mientras atacamos un par de pinchos y sendas cervezas 0.0, que ya tenemos una edad.
Salamanca Underground es un viaje iniciático que a los más jóvenes o a los que hayan pasado todos esos años muy alejados del mundanal ruido les descubrirá una época vibrante, fascinante, llena de color y claroscuros, donde todo era posible, o eso parecía, y todo estaba por construir, o reconstruir. Para los que la vivimos, y más aún si surfeábamos en el mundillo cultural, musical, artístico o simplemente, en la marcha nocturna salmantina, supone un ejercicio de nostalgia que página a página nos arrancará una sonrisa cómplice, nos descubrirá datos que no conocíamos –la documentación del autor ha sido exhaustiva-, o nos sorprenderá mostrándonos ángulos desconocidos de ese efervescente proceso y sus protagonistas.
Este libro se abre y cierra con sendas aportaciones de mis compinches radiofónicos: el periodista y arqueólogo musical Víctor G. Villarroel con un gran prólogo; y el bibliotecario y divulgador musical Julio Alonso Arévalo que firma un magnífico análisis en la contraportada. Víctor dictamina: “Intrahistorias de una ciudad que pudo ser y no fue. […] es una novela mosaico que describe una ciudad efervescente, plagada de personajes vivos, locales atractivos, profesionales con ideas y gente joven, dinámica y con futuro.”. Julio afirma: “…el autor construye una obra híbrida que transita entre el ensayo político, la novela de ficción y la crónica periodística”.
Para no ser menos que mis estimados compañeros, me permito añadir mi propia frase: “Se trata de una crónica sentimental y una acertada colección de apuntes históricos, un relato vibrante, muy ameno, divertido a menudo, reflexivo en otras ocasiones, que nos acerca a la realidad en la superficie y en el submundo de una ciudad que quizá pudo ser más, pero se quedó en los viejos laureles”.
"Yo paseaba la guitarra con el noble fin de ligar", confiesa el escritor, finalista del XXII Premio de la Crítica de Castilla y León con su novela Las Brujas de Zarapayas, que también requirió una segunda edición. Con el mismo laborioso trabajo de documentación con el que abordó el mundo mágico, y el mismo desparpajo con el que afirma su objetivo músico-erótico, y encima confesando que "escribo por corazonadas", Daniel afrontó el reto de Salamanca Underground, y escribió unos diálogos en los que ha tenido que esforzarse para imbuirse en el lenguaje del lumpen que habitan muchos de sus personajes, simultaneando el tono descaradamente soez de algunos personajes con aromas poéticos.
"El protagonista es un pícaro del siglo XX", dice Villarroel, pero me permito apuntar que nuestra ciudad también asume un papel principal como omnipresente escenario que a menudo acapara el foco de la obra de Cruz Sagredo. ¿Cuánto hay de historia y cuánto de fábula en esta obra? El escritor afirma que “Si reales en un 99% son los personajes, igual porcentaje corresponde al relato. En Salamanca Underground hay muy poca ficción y cuando hablamos de política, menos”, mientras entre risas pide perdón a los poderes fácticos.
El autor repasa los esmerados locales y los inmundos garitos que los jóvenes y maduritos de mi generación, de la anterior e incluso algunos de la siguiente, recorríamos en alegre procesión, intentando llamar la atención de unas u otros parroquianas/os, mientras con la música a todo trapo, el radar a pleno rendimiento, y apoyados en la barra en precario equilibrio etílico, sujetábamos con estudiado desdén un cubata o un botellín de cerveza, dependiendo del peculio disponible.
A poco que uno haya salido por las noches, recordará los nombres, la decoración y los rostros habituales de los pobladores de aquellos antros. Lugares de estilismo cutre como el Paniagua, el Bolero donde nunca se escuchó dicho estilo musical, y otros tantos garitos. Locales bellamente decorados como el Submarino, el Moderno, el Puerto de Chus, el Country, o el Koala donde servían una potente mezcla con batida de coco.
A poco que uno haya sintonizado la radio girando el dial, porque entonces no había receptores digitales de la FM, recordará los nombres e incluso el tono de voz de aquellos locutores como Orestes Bazo o Miguel Ángel Adame, que emitían la música que coloreaba nuestras vidas. Y quizá estés recordando con cierto fastidio que el principio y el final de cada canción no llegabas a aprendértelo de memoria porque obligado por su emisora, el periodista tenía órdenes de hablar para evitar que la grabaras completa en tu radio cassette. En esas cintas C-90 que cuando se declaraban en rebeldía, tenías que rebobinar con un bolígrafo Bic, sea Bic naranja, que rebobina fino, o Bic cristal, que rebobina normal.
A poco que uno haya disfrutado de la música en directo, recordará un buen puñado de conciertos en el Santa Bárbara, el Corrillo, la Taberna Escocesa con su famoso “submarino”, ese chupito de whiskey dentro de tubo de cerveza, o el María, que comenzó siendo Sangrienta para terminar perdiendo su hemoglobínico adjetivo.
A poco que uno haya vivido en aquellos años, recordará algunas trayectorias vitales martirizadas por el abuso del alcohol, o incluso prematuramente terminadas por culpa de la droga, el SIDA o la combinación de ambas plagas.
A poco que uno valore la riqueza del lenguaje y los recursos estilísticos, disfrutará la lectura de esta novela trufada de datos que no son precisamente fríos, sino llenos de historia, de vivencias y de personajes y entornos urbanos muy reconocibles.
La segunda edición se está agotando rápidamente, pero aún quedan algunos ejemplares en las librerías Letras Corsarias, Víctor Jara o Santos Ochoa.
“¿En qué estás liado actualmente?” pregunto a Daniel mientras terminamos los pinchos. “Ahora estoy pergeñando una historia en torno a la fotografía erótica (y pornográfica) del París de los años 20”. No tengo ninguna duda de que Cruz Sagredo, maestro de la incorrección, continuará dándonos sorpresas y alegrías como este Salamanca Underground que me llevo bajo el brazo para gozar con su relectura.
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Texto: Fernando Sánchez Gómez (FerCyborg)
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