Viernes, 26 de diciembre de 2025
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Que no, que no me lo creo
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Que no, que no me lo creo

Actualizado 26/12/2025 07:53

Que no, que no, que por más que lo piense, que no lo entiendo.

Que las veo correr con esos taconazos de aguja, más finos que un fideo de cabellín, por esos interminables corredores que se hacen más eternos que un día sin internet, con esos suelos tan brillantes y pulidos que parece que les acaban de dar cera y de pasar el algodón que no engaña para comprobar su extrema limpieza, yendo corre que te corre para llegar a tiempo al aeropuerto antes de que salga el avión que va a coger el guapísimo chico que, (ella se acaba de dar cuenta dos minutos antes, después de seis años de novios), es el gran amor de su vida, y claro, no se lo quiere perder antes de que se vaya a trabajar a Cincinnati, a esa empresa tan importante en la que le acababan de proponer el trabajo de su vida (de la vida de él), (no de la suya de ella), y desde luego que, hasta cierto punto entiendo que ella corra y corra como un tren lanzadera, hasta ahí llega mi comprensión, pero… eso de que no se caiga, o al menos trastabille, o dé un ligero tropezón, o como mínimo un pequeño patinazo (que por cierto, no hace falta que sea artístico)…

Que no, que no… ¡que eso yo no me lo creo!

Bueno… Y si ves la otra peli… No te digo más que ella sale corriendo de estampida con tacones de veinte centímetros de alto por lo menos y con el diámetro de un capilar. Eso sí: bien abrigada porque estaba nevando, con un abrigo de piel que… por mucho que sea ecológica o vegana (ella no: la piel del abrigo), eso tiene que dar un calor, más que si estuvieras en la fragua de Vulcano, porque allí al menos, según Velázquez, estaban desnudos de cintura para arriba… Pues ella no. Vamos, que ni estaba en la fragua, ni iba desnuda de cintura para arriba, que ella iba tan campante corriendo con esos zapatos tan monos y el abrigazo de piel sin sudar ni una sola gota ni media, sin que se le meta el tacón en ninguna rejilla de ninguna alcantarilla, oye, y sin pisar en el borde donde la acera pierde su seguro nombre para comenzar a llamarse calzada. ¡Que menudo esquince que se evita! ¡Y todo eso, la muy crack, con todo el suelo cubierto con treinta centímetros de nieve! (Aunque en la peli no salía, ella debía tener ojos de esos con rayos x, o tener equis tipo de rayos para ver los desniveles que hay debajo de la nieve, como en esos filmes de espías, que a quien miran lo radiografían).

Así que no. Que no, que no me veo yo, de tal guisa, por mucho que el amor de mi vida se vaya a Cincinnati o a Singapur (¡que debe estar casi igual de lejos!). Ahí, con el abrigo ese vegano (o inviegno) y los tacones capilares como estiletes, corre que te corre, entre la nieve, por muy guapo que fuera el chico y por mucho que un día se convirtiera en multimillonario trabajando en esa empresa extranjera de tanta fama.

Que no, que no, que por más que lo piense, que no me veo.

¡FELIZ AÑO NUEVO!

Mercedes Sánchez

La fotografía es gentileza de José Amador Martín, a quien se la agradezco.

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