Más de 200 alumnos del IES Mateo Hernández disfrutaron del mensaje del rapero salmantino y de su fantástico discurso contra el odio.
Con una rodilla en el suelo del escenario del salón de actos del IES Mateo Hernández y la cabeza baja. Enfrente, más de doscientos alumnos atentos, expectantes, siempre felices de salir del aula, pero extrañados. No hay nada frente a ellos, sólo la figura contundente de un rapero que alcanza ya el título de activista: su discurso desactiva todo tipo de odios, su palabra es la mejor manera de llegar a un público joven, peligrosamente cerca de una polarización que no les corresponde.
Edwing Vladimir es territorio Mateo, territorio migra. El centro educativo del barrio Garrido, que siempre fue comprometido, peleón y de esencia obrera, ahora sigue siéndolo pero se ha enriquecido con esta inmigración que ocupa sus calles. Más de veinte nacionalidades conviven en sus aulas, cuya comunidad educativa, con el equipo de Orientación al completo, debe hacer una tarea ingente para llegar a todos. Y no solo lo intenta, lo pelea a diario, y celebra este día de la inmigración con la participación de La Cruz Roja y del Centro Internacional del Español, entidades que, como Asprodes, Salamanca Acoge, Ymca y otras, trabajan con este centro activo, alegre y sobre todo, incansable. Como incansable es Edwing Vladimir: hijo de salvadoreños que huyeron del país por motivos políticos, como tantos de los padres de estos alumnos que le escuchan, nació en una España donde los suyos pelearon desde la carencia para salir adelante. Sabe bien de qué habla, y su entregado público, también.
Machismo, gordofobia, clasismo, racismo… discursos del odio que desmonta en cada palabra Edwing Vladimir. Lo hace una voz sabia, entregada, cercana a estos chicos que le escuchan atentamente. Les interpela, les habla casi al oído, y cuando nota que su atención, evidentemente, flojea, aparece la música para ponerles a tono, mostrarles que el rap no solo es música urbana, que tiene poesía, palabras hermosas, vida… y el silencio se hace casi unción cuando el rapero recita a capella un texto bellísimo. Es impresionante asistir a este momento.
Edwing Vladimir no es un rapero al uso. El suyo es un discurso de empatía, ternura, cercanía, barrio, colectividad, ayuda mutua, entrega. Y poesía. Enamorado de la literatura desde el rap, sus letras hablan de una sensibilidad exquisita que enciende una luz en la noche para agarrar el lápiz, el papel y expresar sus miedos, sus esperanzas, su deseo de vivir otra vida y su valor artístico, que es muy fuerte. Sus letras remiten no solo a la cultura popular de la calle, sino a la poesía, a Celaya con quien comparte el deseo de tomar partido hasta mancharse, a Miguel Hernández. El rap de Edwing está lleno de metáforas, de hallazgos literarios, de vida, y bromea con este público feliz cuando les dice que tienen que ayudarle con un verso particularmente complicado, un alejandrino… y les hace gritar a todos “No, no, no estás invitado, no, no, no estás invitado”. El odio, la violencia, la discriminación, no están invitados a la fiesta a la que nos convida en sus conciertos nuestro rapero.
Toca el timbre y todo el mundo permanece en estas sillas escolares. Quieren más, aplauden, sonríen. Todos son iguales en su alegría y quienes vienen de afuera, sienten el orgullo de escuchar a alguien que es como ellos, que se siente feliz de serlo. Y en ese abrazo que extiende desde el escenario, todos caben, el mejor mensaje tras una actuación memorable.


Charo Alonso. Fotografía: Fernando Sánchez.