El nuevo dios, en sociedades como la que vivimos, es el dinero y su coadyuvante necesario, el negocio. Parece que no hay otras razones más poderosas. Y, cuando se habla del mercado y de la libre competencia, parece que fueran conceptos intocables.
Y esta nueva religión (el dinero) y sus acólitos (mercado, negocio, beneficio y otros elementos adláteres), a la que se le rinde el máximo culto y al servicio de la cual están casi todos, es la que está produciendo los máximos estragos en la desarticulación del entramado social y de la dignidad de toda la ciudadanía.
Se hace negocio y se especula con la salud (ahí está, tan de actualidad, el escándalo en el hospital de Torrejón); con la educación (no hay más que ver el estrangulamiento de las universidades públicas en Madrid, para dar cauce libre a los negocios de tantas universidades privadas; o determinadas titulaciones de formación profesional, por ejemplo, las ramas sanitarias, con escasa oferta pública y mucho más abundante la privada de pago, lo que impide el acceso a tales estudios a no pocos sectores sociales; etc.); con la vivienda (uno de los problemas más graves que tiene nuestro país y al que hay que ponerle algún remedio); y la enumeración no podría parar, si pudiéramos realizar un análisis detallado de todos los sectores en que la lógica del dinero y del beneficio arrebata y usurpa los territorios del bien común y de los servicios comunes.
Es una lógica, esta del dinero y del negocio campando por sus respetos, que está provocando una destrucción de la sociedad más grave de lo que pudiera parecer, en no pocos aspectos de la sociedad. Y no solo en el plano nacional, de nuestro propio país; sino en el internacional, debido a esos vientos deshumanizadores, antidemocráticos y autoritarios (por no emplear otros términos) que vienen de América, del país más poderoso del mundo.
Ahora a los plutócratas y a los nuevos ricos y enriquecidos con las nuevas tecnologías, de ese continente y de ese país, les estorba Europa, la Unión Europea. Y –como hemos dicho en no pocos artículos desde hace tiempo– es importantísimo, hoy, defender Europa y todo lo que significa.
Defender Europa es defender el humanismo, la democracia, los derechos humanos, la conciencia social, la cultura como guía y faro de la dignificación de los seres humanos, el respeto por las diferencias, la tolerancia, la aceptación e integración de los inmigrantes que vienen a nuestro continente, huyendo de guerras, de miserias, de hambrunas…y otras cosas por el estilo, que están en la raíz más honda y positiva de todo lo que Europa ha ido configurando a lo largo de la historia en favor del ser humano y de las comunidades humanas.
Porque Europa y todo lo que significa es un muro contra la barbarie, contra esta nueva barbarie que se nos viene encima y que quiere arrasar con todo. Y Europa puede ser muro frente a todas esas catástrofes, en la medida en que no esté rota ni dividida, en la media en que como ahora –con todas las imperfecciones que se quiera– forme comunidad y se plantee objetivos comunes.
Y quienes quieren destruir Europa y aquellos a los que les estorba Europa es porque quieren tabla rasa, para campar a sus anchas y, destruyendo todos los mecanismos democráticos, convertirnos a la gran mayoría en nuevos siervos, sin derechos de ningún tipo, para seguir acumulando dinero, riquezas, influencias, poder.., para seguir siendo los máximos adoradores y beneficiarios de esa nueva religión del dinero, que nos destruye y que destruye nuestra historia.
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