"Decidí hacerme voluntaria porque tenía que hacer algo, necesitaba hacer alguna cosa, y digo: voy a Cruz Roja a ver qué tal", relata
Para entender la profundidad de este trabajo, hay que mirar a los ojos de quienes regalan su tiempo. Rosi Quintana lleva cinco años vistiendo el chaleco de Cruz Roja como voluntaria. Su historia es la de tantas personas que, en un momento de sus vidas, sintieron el vacío y decidieron llenarlo con servicio. "Decidí hacerme voluntaria porque tenía que hacer algo, necesitaba hacer alguna cosa, y digo: voy a Cruz Roja a ver qué tal", relata con sencillez.
Cinco años después, esa decisión impulsiva se ha transformado en un pilar de su existencia. "La verdad es que estoy encantadísima", confiesa. La agenda de Rosi es un testimonio de entrega: realiza acompañamientos, gestiona llamadas, acude con los mayores al hospital y participa en los paseos. Su compromiso desborda el programa de mayores y se extiende a campañas de gran calado emocional, como la recogida de juguetes en Navidad o la 'vuelta al cole'. "Yo tengo tiempo y me encanta lo que hago. Es una cosa que te da una satisfacción personal que no tienes ni idea", asegura.
Al preguntarle qué obtiene a cambio de tantas horas de dedicación, Rosi ofrece una respuesta que desarma cualquier cinismo: "Para mí, mucho cariño". Su experiencia desafía la lógica matemática del intercambio. "Yo doy, pero es que recibo mucho más de lo que doy". En el agradecimiento de un anciano, en la sonrisa de quien se siente escuchado, Rosi encuentra el combustible para seguir.

Pero su testimonio también arroja luz sobre las sombras que habitan en muchos pisos de Salamanca. Rosi ha visto de cerca la realidad que se esconde tras las puertas cerradas. "Está una persona en casa que está muy sola; hay mucha soledad, mucha, mucha", repite, enfatizando la magnitud del problema. Ante ese abismo de silencio, un gesto amable se convierte en un salvavidas. "Que una persona te llame a preguntar qué tal estás, cómo te encuentras, o escucharlas también... hay mucha necesidad". Por eso, su promesa es firme y conmovedora: "Hasta el día que no pueda".
La lucha contra el sedentarismo y la reclusión tiene su máximo exponente en los paseos grupales. Además de los paseos más reducidos para fomentar la red social, que desarrolla en La Alamedilla y parque Villar Macías, actualmente, Cruz Roja gestiona junto con el Ayuntamiento de Salamanca otros seis paseos distintos que movilizan, según los cálculos de la entidad, a "unas 300 personas", sin importar la edad.
Estos acompañamientos están relacionados con otros servicios que ofrecen, como talleres de psicomotricidad los martes para mantener la destreza física, talleres de nuevas tecnologías los miércoles enfocados al manejo del móvil y espacios de manualidades los jueves que fomentan la creatividad; una programación que se completa con los cursos de estimulación cognitiva, altamente demandados por los usuarios para trabajar la memoria y frenar el deterioro mental.