Desde el pasado mes de julio han trabajado en la creación de todos los adornos que hoy pueden verse, con el incondicional apoyo del Ayuntamiento
La Navidad ha llegado a El Campo de Peñaranda de una forma especial este año, no solo iluminando sus calles, sino también con la emoción y el orgullo de sus vecinos. Lo que comenzó como una sencilla propuesta para embellecer el pueblo se ha transformado en un proyecto comunitario que ha unido a grandes y pequeños en torno a un objetivo común: crear una decoración navideña única y sostenible a partir de materiales reciclados.
Palés de madera, botellas de plástico y un sinfín de elementos que iban a ser desechados han cobrado una nueva vida, demostrando que el ingenio y la colaboración son los mejores adornos.
Todo partió de la iniciativa de una vecina, Vanessa, que lanzó la idea de dar un toque de alegría al municipio. Su propuesta caló hondo entre los vecinos, que no dudaron en sumarse. "Quería decorar el pueblo para que quedara bonito y lo viéramos todos, y nos pareció a todos buena idea", explica una de las participantes. La motivación era clara y compartida por todos: "hay que hacer algo que quede bonito, que muestre algo de nosotros en el pueblo, que tenga un poco de vida". Con ese espíritu, el proyecto echó a andar, convirtiéndose en un reto colectivo que ha implicado a buena parte de la localidad.
El esfuerzo ha sido considerable. Desde el pasado mes de julio, un grupo de entre 15 y 20 personas se ha reunido semanalmente para dar forma a las figuras y adornos. El trabajo ha consistido no solo en el diseño y montaje, sino también en una intensa labor de recolección. "Pedimos la ayuda a todo el pueblo, a toda la gente que pudiera colaborar, algo que recibió una gran respuesta, con muchas manos de aquí y de otros pueblos, buscando el material que necesitábamos", detalla una de las vecinas.
Además del grupo principal, otros han colaborado desde sus hogares, adaptándose a sus circunstancias. "Gente desde casa también ha puesto su granito de arena, el caso era colaborar cada uno en la medida que pudiera", comentan, subrayando el carácter voluntario y flexible de la iniciativa.
Como en toda familia, no han faltado los pequeños debates y las diferencias de opinión, algo natural cuando se trabaja en equipo. Sin embargo, el compromiso con el objetivo final siempre ha prevalecido. "Hay sus debates. Pero bueno, después todo nos venimos a bien y ahí se queda la redecilla", admite con una sonrisa Yolanda Muiños, concejal y una de los impulsoras de esta iniciativa. Esta capacidad para llegar a acuerdos ha sido fundamental para sacar adelante un proyecto que, tal y como explican “no era una obligación, sino un acto de generosidad por el bien común”.
De todo este proceso ha nacido un portal de Belen gigante, un muñeco de nieve de mas de dos metros de altura o un llamativo trineo, entre otros muchos adornos, todos realizados con el ingenio sostenible, gran protagonista de cada idea.
Desde las seis de esta tarde invernal de sábado, con las luces encendidas y la decoración luciendo en las calles, el sentimiento general es de satisfacción. El mayor premio, aseguran, es la reacción de la gente. "El sentimiento que tenemos es de más que orgullo cuando la gente lo ve y te dice, 'ha quedado muy bien' y ves sus caras, te llena", confiesa una de las creadoras mientras recorrían las calles junto a decenas de vecinos para descubrir la decoración
Este éxito ha sembrado la semilla para el futuro, ya que la intención es continuar aumentando y renovando la decoración de Navidad como una tradición en los próximos años. Un ejemplo de cómo la unión vecinal y la creatividad pueden transformar no solo un pueblo, sino también el espíritu de quienes lo habitan.