Alargan sus brazos las ramas del otoño queriendo tocar el universo.
Algunas ya se muestran desnudas, intentando abrazar el frío para resguardarse de la intemperie, del tiempo inclemente.
Abrazar el frío para tener respaldo, abrigo entre sus helados contornos.
Las hojas amarillean haciendo a la perfección su trabajo, y se descuelgan con suavidad absoluta deseando besar el suelo.
El asfalto está lleno de besos de las hojas.
Están llenos de besos los jardines.
Llenos de besos los bancos.
Las fuentes.
Navegan en el agua los besos y flotan.
También flotan en el aire los besos que suenan.
Los sonoros besos de los adolescentes, impasibles al frío que les envuelve, a su nariz colorada.
El otoño dulce saluda.
Llena el paisaje de sus besos amarillos.
El firmamento, a veces grisáceo, de pronto se sorprende y se viste de azules.
Parece que quiere abrigar al otoño con su manta de cielo.
Los humanos caminamos deslumbrados, casi etéreos, llevados en volandas entre los besos amarillos.
Mercedes Sánchez
La fotografía es gentileza de José Amador Martín, a quien se la agradezco
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