La calidad de una sociedad se puede evaluar por cómo trata a sus a sus colectivos más vulnerables. Es una afirmación compartida por mucho, entre los que me incluyo.
El Artículo 9 Punto 2 de la Constitución Española de 1978 establece que Corresponde a los poderes públicos promover las condiciones para que la libertad y la igualdad del individuo y de los grupos en que se integra sean reales y efectivas; remover los obstáculos que impidan o dificulten su plenitud y facilitar la participación de todos los ciudadanos en la vida política, económica, cultural y social.
Algunos interpretan que esta responsabilidad de se refiere a buscar el bien común para todos, otros que se trata del interés general y es que ambos, aunque puedan parecer lo mismo no lo son y en nuestra sociedad el segundo se va imponiendo cada vez más al primero.
El concepto de bien común (Aristóteles llamo “telos”[1]) tiene una larga tradición. En él se incluyen los beneficios y las condiciones que deben compartir todos los miembros de una sociedad para prosperar en su conjunto lo que exige una activa participación ciudadana. En palabras de Alfredo Cruz Prados, profesor de Filosofía Política y de Historia del Pensamiento Político en la Universidad de Navarra: sólo puede consistir en un bien que, siendo uno y el mismo, sea tanto bien de unos como de otros, es decir, sea un bien común.
Pero el concepto de interés general es mucho más moderno ya que nace de la mano del derecho y la política en el siglo XVIII, cuando se comienza a contraponer el “bien común” a la “libertad individual” presentándose dicho “bien” como una injerencia en la esfera individual ya que no se pueden recortar los derechos privados de algunos, aunque sea en un beneficio común. En resumen, el interés general paso a ser observado desde una óptica utilitarista, es decir, ya no se busca el bien común de todos sino el mayor bien para la mayor parte de la sociedad.
Si unimos esa idea de interés general, fruto del creciente individualismo y egoísmo social, con el hecho de en la sociedad se ha ido instalando, fundamentalmente en los 2 últimos siglos, una estética hedonista asentada en el placer, la experiencia sensorial, la búsqueda de emociones, la huida del dolor y la ocultación de lo desagradable; se pueden intuir algunas de las razones por la que los viejos, los locos, los presos, lo inmigrantes, los pobres o los enfermos terminales; se han ido apartado cada vez más de la exquisita mirada ciudadana.
Hay que ocultar todo aquello que no encaja en molde para así mantener una imagen pública de normalidad. Por ello, a esos colectivos se les recluye en instalaciones como asilos, manicomios, prisiones, albergues, refugios, centros de acogida, hospitales que, para clamar nuestra sensible conciencia, renombramos eufemísticamente como “centros” o “residencias”: residencias geriátricas, centros de salud mental, centros penitenciarios, centros de internamiento de extranjeros (CIE), centros de acogida, centros de cuidados paliativos. Pero el caso es que, digamos que “paso a mejor vida” o que “descanso en paz” lo cierto es que se murió, se diga cómo se diga.
En mi opinión el miedo es la principal causa de que tratemos de apartar de nuestra mirada a ciertos colectivos. El miedo a lo diferente, a la violencia, a la vejez, la enfermedad o a la pobreza. Esos miedos provocan rechazo, no queremos tenerlos delante por eso hay que apartarlos. Nunca se nos ocurre pensar que algún día podríamos formar parte de uno o varios de estos colectivos.
Nuestra sociedad cada vez está más fraccionada. El bien común dejo paso al interés general y pronto comenzó a imponerse el interés particular. Con él tanto el sistema social como el político y el económico avanzan hacia una crisis de impredecibles consecuencias.
José Mujica el expresidente de la República del Uruguay fallecido en mayo de este mismo año y que fue un ejemplo para muchos, recordó en una entrevista publicada por BBC News en noviembre del pasado año que en cierta ocasión que hablo con Yuval Harari, historiador israelí y profesor en la Universidad Hebrea de Jerusalén, este le dijo: Tengo miedo de que la humanidad no tenga tiempo de arreglar los desastres que ha hecho. Y hemos hecho muchos.
[1] Para el filósofo griego era el fin, el propósito y objetivo último de un ser o cosa, lo que hace a ese ser o esa cosa ser lo que es (en este caso una sociedad) y ninguna otra cosa.
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