La mayoría de los jóvenes españoles actuales tiene una percepción del presente y del futuro de su país en la que predomina los aspectos de inseguridad y de dificultades para conseguir lo que razonablemente desean.
En su economía, en trabajos que tengan una mínima estabilidad de futuro y de condiciones contractuales dignas, en el proyecto de adquirir una vivienda para su etapa adulta, en el estado general de las Instituciones sociales, en el tenso ambiente actual de la clase política, en todos estos campos lo que perciben sobre todo son un sinnúmero de obstáculos:
Los positivos datos macroeconómicos de España en los dos o tres últimos años, no se traducen en una elevación de los sueldos de los jóvenes; solo perciben unas ayudas puntuales en materias muy concretas como cierta ayuda en el alquiler de la vivienda, una pequeña cantidad para gastos en actividades culturales, y poco más.
Sus sueldos, desde los poco cualificados, como los que predominan en el turismo y la hostelería, a los más cualificados, técnicos o de enseñanza media y superior, no dan para un alquiler digno y menos para un proyecto de compra de la casa.
Los servicios sociales y las Instituciones de salud pública, educación, seguridad social, etc. son frágiles y no logran el objetivo básico de, a través de ellas, que el ciudadano se sienta seguro y protegido en sus naturales y razonables intereses.
Si a estos aspectos de dificultades en la consecución de objetivos básicos les unimos el ambiente político general, inestable, con los grupos políticos enfrentados radical y sistemáticamente y como consecuencia de este enfrentamiento la sociedad española polarizada entre dos tendencias o ideologías políticas; y si finalmente añadimos la actual crisis de cambio en las relaciones entre los roles femeninos y masculinos, que dan una imagen del matrimonio y de la familia poco sólida, concluimos que ni en el presente ni en el futuro los jóvenes encuentran respuestas a sus preguntas ni a sus demandas.
Estas expectativas frustradas generan intranquilidad generalizada y un aumento muy significativo de psicopatologías en esta población.
No es casual que España siga siendo, en los últimos años uno de los países más consumidores de psicofármacos: antidepresivos y ansiolíticos. No es casual que últimamente haya nacido “la moda” entre los adolescentes y jóvenes de buscar en la religión, en los sentimientos hacia Dios, el sentido que no encuentran ni en el presente ni en el futuro de su sociedad. En la película recién estrenada Los Domingos de A. Ruiz de Azúa, una joven de 17 años al tomar la decisión de ingresar en un convento y comunicárselo a su familia, todos los miembros de su ésta sufren una crisis profunda. Los Domingos está teniendo un éxito de público llamativo. El mismo o similar éxito que están teniendo los contenidos religiosos o espirituales de las canciones de la cantante Rosalía.
Todos los nexos están interrelacionados en sociedades complejas como la nuestra.
El que una parte no pequeña de la población joven milite y vote a grupos políticos radicales, o que los jóvenes “descubran” como único o mejor camino de seguridad y autenticidad la religiosidad ( un tipo de religiosidad que implica una ruptura con el mundo circundante, como es la entrada en una orden religiosa) revela que esta sociedad está sorda a las demandas de la juventud y que la fractura entre generaciones que siempre existe, se ha agudizado palpablemente entre esta generación y la de sus padres.
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