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FOTOS | Ana Zaragozá, en el Centro Cultural Hispano-Japonés, lienzo y seda con armonía oriental
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FOTOS | Ana Zaragozá, en el Centro Cultural Hispano-Japonés, lienzo y seda con armonía oriental

Actualizado 16/11/2025 12:37

La pintora zamorana expone obra y piezas textiles pintadas sobre seda que evocan la armonía del pensamiento japonés

En la hermosa y quieta Plaza de San Boal tiene su sede el Centro Hispano Japonés pleno de gracia y calma sosegada que siempre otorgamos al arte oriental, sumido en la belleza de lo natural y en la concisión elegantísima de sus trazos. Una filosofía que comparte la obra de la artista zamorana Ana Zaragozá que habita este espacio expositivo privilegiado con sus kimonos pintados, sus chales de seda, sus mariposas aladas, sus paraguas para una lluvia de pura belleza. Nunca este lugar ha estado mejor vestido… y cuando el espectador se siente ya absolutamente subyugado, llegan los lienzos de la pintora, incluso desnudos de bastidor y marco, para sumirnos definitivamente en la belleza de su trazo.

Quiere, como Monet, captar Zaragozá el aire que nos envuelve. Artista lírica y contemplativa, recorre el cauce de las aguas de su Sanabria atenta a la belleza de lo efímero que plasmó en la muestra de la Salina que hizo que todos añorásemos desde entonces la magia de sus pozas profundas, de su cauce quieto, de su vegetación acuática. Nos enamoramos de su paleta y ahora, disfrutamos de cuadros en los que se vuelve más concisa, economiza sus dones, estiliza las ramas y nos entrega de nuevo, la magia de su pintura. Pero antes de llegar a la sala de los lienzos, lienzos que escapan del bastidor para cumplir su destino inicial de telas, el espectador se ha sumido en la belleza de lo que Zaragozá nos entrega como un regalo: su obra sobre seda que envuelve no solo al espectador, sino a todo el que visite su tienda, con la belleza de lo eterno.

Hasta el 19 de diciembre, esta sala privilegiada de Salamanca que es la de Exposiciones del Centro Hispano-Japonés, guarda el secreto de una artista que no ha querido salir de su Zamora natal, vivida y bienamada y que desde ahí se ha convertido en referencia mundial de la belleza. Tiene la obra de Ana Zaragozá el don de la calma, la armonía del trazo lento y sosegado que invita a la contemplación de una naturaleza que se asoma a sus lienzos y sedas con la belleza de lo eterno. Es la armonía sutil de un trabajo realizado con el fervor de su talento y la seguridad de que el pincel fluye con la cadencia de la lluvia, del paso del agua sobre la tierra, la caricia del aire entre las ramas y la brisa que pasa los dedos entre hierbas y hojas. Entregada a la contemplación, la artista vuelve a su estudio embebida en los colores de la naturaleza y vuelca en la seda y en el lienzo lo visto y vivido con precisión de orfebre y a la vez, serenidad concisa de monje budista. Y se obra el milagro del volumen y el jardín natural, desordenado, pleno de belleza, se muestra sobre la seda cortada como vestido o mejor, dispuesta a rodear el cuerpo como kimono o chal fluido y acariciador.

Con la obra de Ana Zaragozá no solo tenemos el privilegio de ver la belleza, detenernos en la quietud de lo eterno, de lo efímero de la naturaleza. También se nos entrega el don de envolvernos, habitar su particular universo de jardinera de la armonía. Y su trabajo de taller nos lo permite, haciendo de una forma de negocio creación, artesanía, entrega, arte y compromiso con lo bien hecho. Desde su tienda en Zamora o desde su página web, la artista consigue que vivamos la belleza de su obra y a la vez, logra mantener la libertad de su vuelo como pintora. Pintora en la quietud de sus estudios abiertos al cielo en el que el aire se remansa sobre lienzo y seda. Pintora para cubrir de belleza y armonía todo lo que toca, pintora para descubrirnos, como Monet, el aire que nos rodea, pura belleza. Y salimos de la muestra, de la quietud oriental tan próxima a su carisma vital, con la sosegada experiencia de lo bello. La calma preñada de luz de una naturaleza siempre deslumbrante, el color que rebosa incluso en la contención oriental de un cuenco de cerámica que es seda, kimono colorido, barroca quietud pese a la armonía somera de las telas que visten a la princesa que somos. Porque la artista ha encontrado el mejor espacio para que vuelen sus mariposas de seda y sus paisajes coloridos, para que sus cuadros floten sobre la ceremonia de lo bello, para que sea naturaleza el silencio de su pincel. Visitar esta muestra es un ejercicio de fervor por la belleza que Ana Zaragozá nos entrega.

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