Cuando me pidieron dar mi opinión desde estas páginas, sin ser un profesional de la pluma me vi en la obligación de estar al corriente de la situación, tanto nacional como internacional. Por eso presto atención a los medios y, con la idea de saber qué piensan los demás, me gusta ver los debates y, sobre todo, leer la prensa escrita y así enterarme de lo que piensan los lectores que comentan cada artículo. De esta forma he comprobado el enfrentamiento –a veces con expresiones que destilan desprecio cuando no odio- que existe entre los votantes de VOX y los del PP.
Esta confrontación visceral resulta difícil de comprender. Ambos comparten una raíz ideológica común, situada claramente en el ámbito de la derecha y el centro derecha, con una visión similar en materias esenciales como la unidad nacional, la defensa del orden constitucional, la independencia del poder judicial, la importancia de la iniciativa privada o la crítica al intervencionismo económico y al populismo gubernamental. Sin embargo, en la práctica política, se comportan como si fueran enemigos irreconciliables, dedicando una energía considerable a señalar sus diferencias y a descalificarse mutuamente, mientras el verdadero adversario —el actual gobierno socialista, apoyado en una amalgama de fuerzas independentistas y populistas— continúa afianzado en el poder. Da la sensación de que anteponen su particular orgullo de partido frente a los intereses generales de España. El hecho de que estos dos partidos no acaben de entenderse parece chocar con el deseo de muchos españoles. Se echa de menos un esfuerzo para que unos refuercen sus planteamientos frente a la habilidad que exhibe la izquierda para bordear la ley, y hasta la democracia, sabiendo que en política la moderación siempre debe un tope; y los otros dejando de asegurar ser los únicos portadores de la verdadera doctrina. Uno y otro partido temen ser absorbidos por el contrario. Nadie debe renunciar a sus principios, ni tampoco se trata de una posible refundación sino un acuerdo para acabar con la actual situación de España, Esta deriva electoralista se convierte en un suicidio político porque impide la mínima cooperación necesaria para convertirse en alternativa.
Tal modo de proceder no sólo desconcierta a buena parte del electorado, sino que contribuye a la fragmentación del espacio político de la derecha. En un sistema parlamentario como el español, donde la aritmética electoral obliga a establecer acuerdos para gobernar, la división interna en un mismo bloque ideológico se traduce casi siempre en impotencia política. En términos prácticos, la falta de entendimiento entre PP y VOX ha permitido que el gobierno actual conserve poder en numerosos ámbitos institucionales, incluso cuando la suma de ambos partidos supera ampliamente a la del bloque de izquierdas.
En el fondo, PP y VOX son ramas del mismo tronco: dos expresiones distintas de un mismo espacio ideológico que, en lugar de reconocerse como aliados naturales, actúan como si su prioridad fuera disputarse la hegemonía del campo conservador. Mientras sigan midiendo su fuerza el uno contra el otro, seguirán debilitando su propia posición y fortaleciendo al adversario común. La madurez política, en este caso, consistiría en comprender que las diferencias no deben ser obstáculo para la colaboración estratégica, sino incentivo para una complementariedad inteligente. Sólo así podrán convertir la coincidencia de fondo en una mayoría efectiva y en una verdadera alternativa de gobierno.
En los centros militares de formación de mandos, existe una asignatura que, por su importancia, justifica la existencia de todas las demás: la táctica. La Doctrina la define como: “ El arte de disponer, mover y emplear las tropas en el campo de batalla con orden, rapidez y recíproca protección, teniendo en cuenta la misión, el terreno, el enemigo y los medios propios”. Nada queda a la improvisación. Las diferentes Armas tienen su papel en el combate: así, la Infantería conquista, ocupa y conserva el objetivo mientras el resto de Armas colabora apoyándola con la rapidez, el fuego y los medios pesados para salvar obstáculos -Caballería, Artillería e Ingenieros ¿Alguien comprendería que en plena batalla desaparecieran esos apoyos y no su pudiera alcanzar el objetivo? ¿O que, una vez alcanzado, terminara esa colaboración y el enemigo pudiera reconquistar la posición?
Está comprobado que la derecha -toda la derecha- no sabe o no quiere entender dónde está el enemigo ni que la unión hace la fuerza. No acaba de asimilar que los escaños se ganan con los votos de los afiliados e incondicionales, pero también con los de indecisos y convencidos de última hora.
Ha terminado el tiempo de las mayorías absolutas. Es absurdo que partidos afines hagan más hincapié en resaltar las diferencias olvidándose de esas afinidades. Esa confrontación a cara de perro tiene su reflejo a la hora de introducir el voto en la urna. El votante siente la preocupación de que su papeleta acabará en el cesto de la inutilidad porque olvida que, en el fondo, los dos partidos buscan la verdad y el bien de España.
La izquierda, por el contrario, lo tiene muy claro. Pretende, y no se esconde para llevarlo a cabo, acabar con este sistema de derechos y libertadas a base de pasar por encima de principios, estén o no legislados. VOX califica al PP como “derechita cobarde” porque es lo mismo que el PSOE y éste asegura que PP y VOX son la misma cosa. Aviso a navegantes. Mientras aclaramos si son galgos o podencos, España se desmorona después de siete años de un sanchismo que presume de lo que menos tiene: progresismo.
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