Como cada último fin de semana del mes de octubre hemos tenido que volver a cambiar de hora todos los relojes. Bueno, han tenido que hacerlo los demás, yo no. Confieso que eso solamente lo hice el primer año, el que necesité para darme cuenta de que la medida solo servía para perder el tiempo.
A partir de entonces, y de esto hace ya décadas, me limité a cambiar solamente mi reloj de pulsera, el que necesitaba para no perder el autobús, llegar puntual a mi trabajo o a cualquier cita, a los demás les di permiso para que, tanto en invierno como en verano, marcaran la misma hora, lo que fue un acierto del que presumo para hacerme la interesante.
Si viene alguien a casa y dice que el reloj de la cocina está una hora atrasado, yo respondo que no, que es que tiene la hora de Portugal, y si dice que el del salón tiene una hora de adelanto, yo aclaro que está perfectamente, porque tiene la hora de Kenia, y todos se maravillan de que sea capaz de conseguir que en los relojes de mi casa pueda verse la hora de Cuba, de Perú o de China, pues, como andan a su libre albedrío ya tengo que inventar países con mayor diferencia horaria para que no me descubran.
Pero dejando a un lado mis tonterías, paso a lo que me parece más serio: por fin, un presidente de nuestro gobierno, y los ha habido de todos los colores, piensa lo que siempre pensé yo: que la medida en cuestión no sirve para ahorrar ni un quilovatio de luz. Se entiende que en los años 40 del siglo pasado fuera útil. Contaban mis abuelos que luz solo había de noche, y lógicamente el sol no se dormía y se despertaba a la misma hora en invierno que en verano, pero ahora, afortunadamente, tenemos luz las 24 horas del día y lo que no se gasta por las mañanas se gasta por las noches y viceversa.
Los médicos, tanto en marzo como en octubre, nos cantan la misma copla: el cambio de horario afecta muy negativamente a la salud, y me pregunto yo: si esto es tan grave para nuestra salud, ¿cómo es posible que España figure entre los primeros países con mayor esperanza de vida?
Total que ni entiendo que los gobernantes sigan perdiendo el tiempo con esto, ni entiendo que los médicos sigan alarmando tanto como alarman, lo único que tengo claro es que no cambiaré mis relojes hasta que no puedan tener siempre la misma hora. Al fin y al cabo tampoco molesto a nadie.
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