El joven jugador salmantino analiza su éxito, su rutina de sacrificios y la clave para gestionar la presión: "Disfrutar cuando estoy jugando"
Con la naturalidad de quien ha convertido el esfuerzo en rutina y el talento en títulos, el salmantino Samu Rivas analiza su reciente doble campeonato del mundo de pádel por equipos y parejas. Lejos de la euforia desmedida, sus palabras reflejan la madurez de un deportista que entiende el éxito como una consecuencia directa del trabajo diario, un camino que compagina con sus estudios y que tiene un objetivo claro en el horizonte: la cima del pádel mundial.
Para Rivas, levantar los dos trofeos más importantes de su categoría no es solo un hito deportivo, sino la recompensa a una dedicación que va más allá de la pista. "Es una alegría muy grande porque el esfuerzo diario es muy duro", reconoce el jugador. Detrás de la victoria se esconde una logística exigente que define su día a día: "Ir y volver tres días a la semana a Valladolid, más el gimnasio y más tener clase por la tarde... cuando llega una alegría así es un premio al esfuerzo que siempre merece la pena".
Uno de los factores que distingue a los grandes jugadores es su capacidad para rendir bajo presión. Samu Rivas parece tener esta cualidad de serie. "La verdad que no soy de ponerme nervioso, es una de las cosas que mejor manejo", afirma con seguridad. Para él, la clave no está en complejas técnicas de concentración, sino en conectar con la esencia del juego.
Su método es claro y efectivo: "Lo que siempre hago es disfrutar cuando estoy jugando, porque es lo más importante". Esta filosofía le permite liberarse de la carga del resultado y centrarse únicamente en el partido, una habilidad que ha demostrado ser decisiva en los grandes torneos internacionales.
La vida de Samu Rivas es un ejercicio constante de equilibrio entre su formación académica y su carrera deportiva. Actualmente estudia un grado medio de deporte en el colegio Calasanz, un entorno donde intenta "compaginarlo de la mejor manera posible". Su rutina está perfectamente estructurada: "Entrenando por la mañana y yendo a clase por la tarde".
La dedicación es total, sin días de descanso. "Entreno todos los días, tanto pádel como gimnasio", explica. Cuando el calendario de competiciones le obliga a viajar, la organización y el apoyo de su entorno son cruciales. "Cuando tengo que salir a un torneo, pregunto a los compañeros y haciéndolo lo mejor que se pueda", comenta sobre cómo se mantiene al día con sus estudios.
Como todo deportista de élite, Samu Rivas ha crecido fijándose en los mejores. Su inspiración tiene dos nombres propios. "Mi ídolo de siempre ha sido Sanyo Gutiérrez", confiesa, refiriéndose a una de las leyendas del pádel. Sin embargo, en la actualidad su atención se centra en el número uno. "Actualmente me gusta mucho Juan Lebrón, me parece que es un jugador súper completo y me gusta mucho la verdad", señala.
Estos referentes alimentan una ambición bien definida. Aunque con los pies en el suelo, no renuncia al mayor de los sueños. "Ojalá poder llegar a donde todo el mundo quiere llegar, que es ser número 1 del mundo", declara. No obstante, se marca metas más cercanas y realistas que le sirvan de guía en su progresión: "Por poner un objetivo más cercano, pues ojalá poder llegar a ser top 20 del mundo en los próximos años".
A pesar de su juventud, Rivas tiene una visión clara sobre el estado del pádel en su ciudad. Considera que el talento local es notable. "La verdad que aquí el nivel de jugadores para la ciudad que es, hay unos jugadores increíbles como son los hermanos Goenaga", destaca, reconociendo la calidad de la cantera salmantina.
Para seguir creciendo y produciendo deportistas de alto nivel, cree que la clave no está solo en la técnica, sino en la formación integral. "Creo que siempre una buena base, pero sobre todo una escuela que enseñe los mejores valores aparte del juego", concluye, subrayando la importancia de forjar no solo grandes jugadores, sino también grandes personas.