El presidente de la Asociación de Padres de Familias Separados, subraya la importancia de afrontar un divorcio con hijos mediante el mutuo acuerdo, pero siempre con dos abogados distintos para garantizar la equidad. Destaca que la custodia compartida debe ser flexible y adaptada al menor, y advierte sobre la alienación parental, un riesgo que la mediación puede neutralizar
Las separaciones con hijos representan un complejo laberinto emocional y legal donde el bienestar de los menores debe ser la única brújula. Tras más de tres décadas de trabajo, la Asociación Nacional de Padres de Familias Separados continúa su labor para que la custodia compartida sea la primera opción, siempre adaptada a cada familia. Su presidente, Juan Carlos López Medina, analiza los avances, los errores más comunes y las claves para afrontar una ruptura de la forma menos traumática posible.
La organización, que nació para defender un sistema judicial que consideraban más equilibrado, ha constatado una evolución social positiva. Sin embargo, López Medina advierte de que la igualdad real aún no se ha alcanzado plenamente. “Creemos que en más de 30 años que llevamos como asociación nacional se ha ido progresivamente equiparando lo que es la igualdad, pero aún en este 2025 todavía hay una desigualdad muy grande, sobre todo a la hora de la separación y el divorcio”, señala.
El objetivo principal de la asociación sigue siendo “poner la equidad a la hora de separarse” y, por encima de todo, garantizar que “no se vulneren los derechos del menor”. La introducción de la figura del mediador ha sido un avance fundamental, permitiendo que muchas parejas alcancen acuerdos sin necesidad de un litigio contencioso, a diferencia del pasado, cuando un juez imponía las condiciones.
No obstante, la complejidad se dispara cuando hay descendencia. “Los problemas que más han surgido a la hora de la separación, en evolución con los tiempos, es siempre que haya hijos, siempre que haya hijos, ese es el problema más grande”, afirma López Medina.
Desde la asociación se esfuerzan en desmontar mitos sobre la custodia compartida, aclarando que no es una fórmula matemática rígida. “Lo que no se puede hacer es imponer a un niño 15 días en cada casa por imposición, no, eso no es custodia compartida”, sentencia el presidente. La verdadera custodia compartida, defiende, consiste en “valorar cuáles son, primero, las cuestiones que tiene el menor, sus estudios, el lugar de trabajo de sus padres, el domicilio, y a partir de ahí, se valora la custodia”.
Para ilustrar esta necesidad de flexibilidad, pone un ejemplo claro: un camionero no puede tener el mismo régimen que un progenitor con un trabajo de oficina. La clave es adaptar los tiempos para que, cuando el padre o la madre tenga disponibilidad, “disfrute mucho más de sus hijos”. El foco se desplaza de una igualdad aritmética a una equidad funcional, diseñada en favor del niño.
Uno de los mayores focos de conflicto en los procesos de separación es la alienación parental. López Medina la describe como uno de los “talones de Aquiles” del sistema, un fenómeno que ocurre cuando “uno de los dos progenitores, normalmente el custodio, intenta lavar la cabeza, por decirlo de una manera práctica, al menor, para que odie a la otra parte o a las otras partes”, extendiendo el daño a abuelos y tíos.
Sin embargo, ofrece un antídoto claro: la mediación. “Cuando hay mediación, hay entendimiento, y cuando hay entendimiento, la alienación parental prácticamente desaparece”, asegura con rotundidad. En este contexto, también aborda la violencia vicaria, reconociendo su existencia pero aportando un matiz. “Es cierto que la violencia vicaria existe, que es bidireccional, que no es solamente contra las mujeres”, señala, insistiendo en la necesidad de erradicarla independientemente de su dirección.
El arrepentimiento es una visita constante en la asociación, a menudo por decisiones precipitadas. “Una vez que ya has firmado, dices, 'es que yo esto no lo quería', y, entonces, ya es muy difícil poder variar una sentencia judicial”, lamenta. Para evitarlo, López Medina ofrece una recomendación tajante que considera la regla de oro: “La gente que se separe con mutuo acuerdo, pero que se separe con dos abogados, uno con cada uno”.
Según explica, aunque usar un único letrado sea más económico, a largo plazo puede generar una sensación de desequilibrio o engaño. “Los abogados entre ellos saben mucho mejor qué es lo que se necesita en cada momento y en cada pareja”, aconseja. Un buen convenio, añade, debe ser un traje a medida que evolucione con la edad de los hijos, ya que las necesidades de un niño de tres años no son las mismas que las de un adolescente de dieciséis.
Otro pilar que la asociación defiende es la inclusión de los abuelos en los planes de custodia. “En un matrimonio normal sabemos que los abuelos son parte esencial a la hora de mantener a las familias”, recuerda López Medina. Por ello, considera fundamental que los convenios reguladores protejan su rol para que no pierdan un vínculo que califica de “importantísimo” para los nietos.
Asimismo, revela un cambio de tendencia significativo en el perfil de quienes acuden a la asociación. Si históricamente eran hombres, “últimamente están acudiendo más mujeres que hombres”. La razón, explica, es que no buscan asesoramiento para el conflicto, sino para la mediación, con el objetivo de “intentar separarse siempre con un abogado, es decir, sin que entre ningún tipo de conflicto”.
López Medina reconoce que muchas rupturas tienen una raíz económica. Por ello, recomienda la planificación financiera desde el inicio de la relación. “Yo lo que recomiendo a la hora de establecer un matrimonio es que haya una separación de bienes, en todos los casos”, afirma. Esta medida, sostiene, facilita enormemente el proceso en caso de divorcio.
Finalmente, su consejo para cualquier padre o madre que inicie este proceso es la reflexión. Antes de dar el paso, insta a buscar ayuda profesional: “Yo creo que lo que habría que hacer es ir a un mediador, que diera las pautas, intentara solucionar ese matrimonio”. Si la ruptura es inevitable, el objetivo debe ser establecer unas normas que no perjudiquen al niño y permitan a ambos progenitores rehacer su vida, porque, como recuerda, “todo el mundo tiene derecho a rehacer su vida”.