Viernes, 05 de diciembre de 2025
Volver Salamanca RTV al Día
La atención perdida: Byung-Chul Han y el silencio de Dios
X

La atención perdida: Byung-Chul Han y el silencio de Dios

Actualizado 19/10/2025 09:11

“No es Dios quien ha muerto, sino el ser humano al que Dios se revelaba.”

BYUNG-CHUL HAN

“La atención es la forma más pura de la generosidad.”

BYUNG-CHUL HAN

En su último libro, Sobre Dios. Pensar con Simone Weil, Byung-Chul Han escribe con un tono íntimo, casi confesional: “Hace ya algún tiempo que Simone Weil se coló en mi interior. Se instaló en mi alma”. Esa frase marca el tono de toda la obra: no se trata de un ensayo académico, sino de una conversación espiritual entre dos almas que se buscan. Chul Han, el filósofo surcoreano que ha hecho de la crítica al mundo hiperactivo su territorio, encuentra en Weil —la mística racional, la santa sin Iglesia— una interlocutora capaz de devolverle al pensamiento lo que la modernidad ha expulsado: el silencio, la gracia, la espera. Este libro no es una biografía ni una exégesis, sino una meditación sobre la ausencia de Dios en una época sin atención, donde el ruido del mundo ha sustituido la escucha interior.

Chul Han escribe desde la convicción de que la crisis religiosa del presente no se debe a la pérdida de fe, sino a la pérdida de mirada. “No es Dios quien ha muerto, sino el ser humano al que Dios se revelaba”, afirma. En una sociedad saturada de estímulos, el alma ha olvidado cómo mirar. La atención, que para Simone Weil era “la forma más pura de la oración”, se ha convertido en una función utilitaria, al servicio de la productividad o de la distracción. Lo que Chul Han propone, siguiendo a Weil, no es recuperar una religión institucional, sino un nuevo modo de espiritualidad: la del recogimiento, la del mirar sin apropiarse, la del silencio interior frente al ruido global.

El libro podría leerse como una prolongación de su Sociedad del cansancio o de La desaparición de los rituales. Allí Byung-Chul Han diagnosticaba el agotamiento de un sujeto que se autoexplota en nombre de la libertad; aquí, en cambio, ahonda en la dimensión espiritual de ese malestar. Si antes hablaba del rendimiento, ahora habla del alma; si antes criticaba la hiperactividad, ahora denuncia la falta de contemplación. Weil le sirve de contrapunto: su pensamiento, tan austero como luminoso, es la antítesis del mundo digital que Chul Han describe. Donde la filósofa francesa escribía “solo la parte eterna del alma se alimenta del hambre”, él ve una metáfora radical para nuestro tiempo: hemos perdido el ayuno del espíritu. Nos alimentamos de imágenes, datos y estímulos, pero no miramos nada. Vivimos, dice, en una “sociedad sin atención”, adicta a los algoritmos y a la dopamina.

Lo que Chul Han llama “voracidad perceptiva” no es solo una metáfora moral, sino una condición cultural. La atención, dice, ha sido reemplazada por la vigilancia; la contemplación, por el consumo. Y en esa sustitución se ha evaporado la posibilidad misma de lo sagrado. Porque lo sagrado —en el sentido más amplio, no confesional— no se impone: se espera. No se captura: se acoge. En este sentido, el libro de Chul Han es un alegato a favor de la lentitud del espíritu. Leerlo es entrar en un ritmo diferente, casi monástico, donde las palabras se abren como pausas. “Dios es la atención sin distracción”, cita de Weil, y en esa frase se resume todo: lo divino no está lejos, sino velado por nuestro exceso de movimiento.

El texto está construido como una sucesión de meditaciones breves, casi aforísticas, que recorren los grandes temas Simone Weil—la atención, el vacío, la descreación, el dolor, la belleza— pero traducidos a la sensibilidad contemporánea. Chul Han no pretende exponer una teología, sino mostrar que la espiritualidad no es una cuestión de dogmas, sino de disposición. El alma moderna, dice, está saturada de sí misma; solo la renuncia al yo puede abrir un espacio para lo trascendente. “Cuando se venera a Dios en un ser humano, ese ser debe convertirse en un objeto a través de la pasividad, debe sufrir una pasión y sufrirla, además, en silencio”. Esa pasividad no es debilidad, sino receptividad: la capacidad de dejar pasar a lo otro, a lo diferente, sin reducirlo a utilidad o deseo.

En el fondo, Chul Han describe un drama espiritual de nuestro tiempo: la desaparición del espacio interior. La digitalización, escribe, “acelera la puesta a disposición total de la realidad”. Todo debe ser inmediato, accesible, cuantificable. Pero lo divino —entendido como lo invisible, lo indisponible— solo se revela a quien sabe esperar. De ahí su elogio del pudor, de la lentitud, del misterio. En un mundo donde todo se exhibe, Chul Han y Weil defienden la necesidad de lo oculto. Lo llaman vacío, pero no en sentido nihilista, sino como apertura. “La gracia colma, pero no puede entrar más que allí donde hay un vacío para recibirla”. Ese vacío es lo contrario de la carencia: es el hueco fértil del alma que renuncia a dominar.

Chul Han, que suele escribir con precisión quirúrgica, aquí adopta un tono más suave, casi devocional. Su lectura de Weil está atravesada por una melancolía que es también esperanza: la posibilidad de un renacimiento espiritual sin religión. Frente a la espiritualidad neoliberal del mindfulness —esa técnica que convierte la calma en productividad—, él propone una espiritualidad de la atención sin provecho, gratuita, silenciosa. “La atención —escribe Weil— es la forma más pura de la generosidad.” Y Chul Han recoge esa frase como quien recoge una reliquia: una invitación a una nueva ética de la mirada. Atender al otro, en un mundo de indiferencia, es ya un acto de redención.

La belleza ocupa también un lugar central. Weil decía que “lo bello es lo que no puedo querer cambiar”. Chul Han ve en esa idea una crítica implícita a la voluntad de dominio que caracteriza nuestra época: poseer, transformar, consumir. La atención que no busca apropiarse, que simplemente mira, es una forma de amor. De ahí su afinidad con la poesía, con el arte como lugar de resistencia. En un momento en que la cultura se ha convertido en contenido, el pensamiento de Weil —y con él, el de Chul Han— nos recuerda que lo esencial no se mide por su visibilidad. La belleza, el bien, la verdad, requieren oscuridad, demora, distancia.

El tono elegíaco del libro no es pesimismo, sino una llamada a la conversión interior. Chul Han no habla de Dios como dogma, sino como nombre del sentido que hemos perdido. Su Dios no es un ente, sino un modo de atención. Y quizá por eso su lectura de Weil resulta tan actual: porque habla de la posibilidad de una espiritualidad sin Iglesia, de una trascendencia sin teología. En su lenguaje austero y transparente, Chul Han se revela como un místico del desencanto, un pensador que busca lo sagrado en la experiencia más humana: mirar, esperar, escuchar.

Sobre Dios. Pensar con Simone Weil es, en definitiva, un libro breve pero inmenso. No pretende explicar a Dios, sino recordar que aún somos capaces de sentir su ausencia. Frente a la idolatría del rendimiento y la saturación de imágenes, Chul Han nos invita a un gesto de desapego: detenerse, callar, mirar. En un mundo donde todo exige atención superficial, él reivindica la atención profunda, esa que no busca poseer sino acoger. Y al hacerlo, convierte el pensamiento en una forma de oración.

“Lo que salva es la mirada”, escribió Simone Weil. Chul Han repite esas palabras como un eco que atraviesa el siglo. Tal vez ahí resida la tarea espiritual de nuestro tiempo: recuperar la mirada que salva, esa atención que devuelve sentido a lo real. No para volver a una fe perdida, sino para redescubrir el milagro del silencio en medio del ruido. Porque, como recuerda Han, “solo la parte más elevada de la atención entra en contacto con Dios”. Y quizá, al fin, eso baste.

La empresa Diario de Salamanca S.L, No nos hacemos responsables de ninguna de las informaciones, opiniones y conceptos que se emitan o publiquen, por los columnistas que en su sección de opinión realizan su intervención, así como de la imagen que los mismos envían.

Serán única y exclusivamente responsable el columnista que haga uso de nuestros servicios y enlaces.

La publicación por SALAMANCARTVALDIA de los artículos de opinión no implica la existencia de relación alguna entre nuestra empresa y columnista, como tampoco la aceptación y aprobación por nuestra parte de los contenidos, siendo su el interviniente el único responsable de los mismos.

En este sentido, si tiene conocimiento efectivo de la ilicitud de las opiniones o imágenes utilizadas por alguno de ellos, agradeceremos que nos lo comunique inmediatamente para que procedamos a deshabilitar el enlace de acceso a la misma.